Una feminista en la cocina

Matraca

Estará más tranquilo entre esas cuatro paredes de las que muchos abogados de oficio reniegan como si fuera lepra. No es agradable, eso seguro. 

Publicado: 16/05/2019 ·
06:45
· Actualizado: 24/05/2019 · 21:32
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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La vida se cachondea de nosotros que nos creemos tan listos. Un preso se corta el cuello porque no quiere volver a la casa donde abusó de un menor, delito juzgado y condenado por el que ingresó en prisión por 20 años. Estará más tranquilo entre esas cuatro paredes de las que muchos abogados de oficio reniegan como si fuera lepra. No es agradable, eso seguro.  Si no que se lo digan al que apuñaló el abusador, mientras departía en una ONG para quitarse malas ideas de la cabeza. Ese juicio aún está pendiente. Y es que la justicia es así, leeeeenta. Impaciente el preso liberado, que no redimido porque los abusos, las cuchilladas o las putadas que hacen los humanos a otros,  jamás prescriben. Se cortó el cuello cuando los funcionarios no lo dejaron pasar a lo que él cree su hogar, porque lo mismo es el único en el que puede dormir tranquilo, creyéndose el amo del cotarro o protegido en ese cuarto enrejado que a los demás nos daría claustrofobia. Pero es el sistema, que se compone de normas obsoletas, funcionarios cansados y mucha jerga. Si ha cumplido la condena, fuera. Aunque tengas cuentas pendientes que aún no se han dirimido. Él quería estar y seguro que ustedes creen que los demás- incluidos los más pequeños de su propia sangre- estaríamos más tranquilos con que se quedara dentro, pero la Ley está para cumplirse. Si ya no tiene nada pendiente, fuera. No fue un tajo muy grande (ni muy profundo) el que se metió en propia portería. Pero le valió para entrar de nuevo al redil perdido, porque los funcionarios de la puerta- que lo echaban con ganas- vieron que si no lo hacían, se les moría como en película americana de Halloween que ya saben que el cuello lleva torrente con ganas de darse a la fuga al menor resquicio. Tenía 13000 euros en una cuenta corriente, una ONG dispuesta a su ayuda y varios planes en el aire, pero estaba desesperado por entrar en esa jungla sin cristales sino con presos, convictos y prisioneros. Pero todo está en el color, porque…¿no somos todos presos de nuestro propio pensamiento, de nuestro prestigio, de nuestros nombre, de los que hacemos o decimos y hasta de nuestros seguidores ?,  ¿ No lo somos de los prejuicios, del dolor que nos infringimos, de la desesperación aliñada de frustración , del llanto o la risa?, ¿No lo somos de nuestros planes, nuestros proyectos y todas y cada una de nuestras fantasías? Él se cortó el cuello y se lo recosieron, hilvanaron trozos de epiteliales con identidad, vasos con puntadas finas  para dar lugar a una cicatriz más que lo hará respetado en el juego de tronos donde nunca se termina en silla. No es que me queje, solo constato y pienso en quien lo abusaron qué dirá cuando lo sepa. Lo mismo lo ha olvidado y ha pasado página por su bien, porque si no, lo mismo sueña con ser cuchillo y rebanar entero ese pezcuezo.

Imagen de una de las pateras.

 

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