Resulta curioso que el debate político del momento se esté centrando en quién es el jefe de la oposición. Casado y Rivera se disputan la figura de líder de la oposición. La guerra abierta es más teórica y dialéctica que real. Pero esconde una competición sin cuartel por el liderazgo de la derecha. El PP obtuvo 66 escaños y Ciudadanos 57, aunque a menos de un punto en porcentaje. La duda no puede existir, aunque Rivera ha hecho de esta batalla un pugilato para calentar la precampaña municipal, autonómica y europea y para hurgar en la herida abierta en el PP por la pérdida electoral tan profunda. Sea cual sea, sin embargo, el resultado en las grandes ciudades el PP obtendrá muchos más concejales y municipios dado que se presenta en mayor cantidad de localidades por su mayor implantación. Sin embargo en las elecciones europeas –con un único distrito nacional- el recuento será de infarto para ambos. El primer puesto es claramente para el PSOE, a tenor de los resultados del mes pasado.
En las entrevistas celebradas en Moncloa se ha visualizado el mayor deseo de comunicarse con el ejecutivo de Casado que de Rivera.El líder de la oposición es Casado. Por ello cedieron la sala de prensa del complejo de la Moncloa que se utiliza para los Consejos de Ministros a Pablo Casado y una más pequeña a Rivera. Igualmente en el Congreso se le reserva el despacho en el edificio histórico, del que han dispuesto los jefes de la oposición, y se le concederán los privilegios protocolarios – tras los presidentes autonómicos - y materiales (coche, secretaría etc.). Son detalles menores, porque la batalla se librará en los debates con el gobierno en los presupuestos, las sesiones semanales de preguntas y en el Estado de la Nación.
La ridiculez de ofrecer sus cuatro senadores para aplicar el 155 es patética. Y continuar el mismo discurso como si los españoles no hubieran votado, también. El objetivo político era un 155 sin límites de tiempo, pero el PSOE dispone de mayoría absoluta en el Senado y un presidente como Miquel Iceta, un constitucionalista que perdió varias alcaldías en Cataluña cuando se aplicó el 155, por el acoso de los independentistas, revela un evidente guiño a la sociedad catalana, no a los independentistas. Todavía un arreglo dialogado es posible. Y necesario.
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