Somos viajeros, nómadas. Somos buscadores. La disposición a una búsqueda incesante, a veces insaciable, es innata al ser humano. Nuestra historia está trufada de grandes migraciones, incluso cuando éramos otras especies hace cientos de miles o millones de años. Esta búsqueda es total, tanto físicamente en nuestro entorno o en los extensos horizontes, como psicológica y espiritualmente en nuestros no menos amplios horizontes interiores.
El primer impulso que inicia un viaje, una aventura, es hacerse una pregunta, porque uno de los rasgos del proceso de humanización, a lo largo de toda nuestra evolución, es la adquisición de la autoconciencia o conciencia refleja.
Ser conscientes de uno mismo, de lo que ocurre dentro y fuera de mí, de lo que recuerdo de mi pasado y de lo que proyecto para mi futuro, nos llena de interrogantes. La necesidad de encontrar respuestas se acrecienta porque tomamos conciencia, dolorosa muchas veces, de la temporalidad de casi todo a lo que nos aferramos, lo cual nos lleva a buscar sentido, buscar algo firme sobre lo que sustentar la vida.
Las famosas preguntas ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? que casi nadie se las formula así, tienen otras muchas versiones: ¿por qué me pasa esto? ¿qué quiero hacer en mi vida? ¿cómo alcanzar mis metas? ¿cuál es el sentido de todo? ¿dónde va la sociedad? ¿cuál es mi puesto en ella? Y así tantas como visiones diferentes de una realidad que siempre es poliédrica.
Nuestra búsqueda es un movimiento puesto en marcha por la necesidad. Según tradiciones arcaicas, la necesidad puso en marcha al Universo, y los estoicos unen necesidad y finalidad como un par de leyes aplicables a todo. Cuando la necesidad se hace concreta impone una dirección y un sentido; no se respira por gusto, no se ama por gusto, no se sueña por gusto, sino por necesidad.
Así, indagar sobre la búsqueda es preguntarse acerca de la(s) necesidad(es) que tenemos. Podemos intelectualizar proyectos o ideas, pero hasta que no se convierten en una real necesidad para nosotros, no nos ponemos en marcha. Moverse no es buscar; nuestra vida puede ser agitada en pos de objetivos, que posiblemente no sean nuestras necesidades más acuciantes.
Toda búsqueda, todo viaje, tiene algo de heroico porque hay que poner en juego la propia estabilidad; entre un paso y el siguiente hay un instante de desequilibrio. Sin embargo, pocas cosas hay más dichosas que avanzar conscientemente en esa búsqueda. ¿Qué buscas?
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