La tribuna de Viva Sevilla

Las viviendas colaborativas

José A. Sánchez Medina, catedrático de Psicología de la Universidad Pablo de Olavide, analiza el fenómeno de las viviendas colaborativas a la vejez.

Desde hace una década, numerosos estudios científicos están señalando que la soledad se está convirtiendo en un grave problema de salud pública. Si bien es un fenómeno que crece en todos los segmentos de edad, es especialmente grave en el caso de las personas mayores.

Este incremento de la soledad, en el caso de los mayores, se debe a diversos factores, entre los que destacan la reducción de la tasa de natalidad y el incremento en la esperanza de vida. En España el proceso de envejecimiento de la población sigue los mismos patrones mundiales, incluso algo acelerado debido a la larga esperanza de vida prevista.

Para el año 2050 se espera que la franja poblacional más amplia de españoles se encuentre entre los 70 y 75 años. La tasa de envejecimiento en España, es decir, el número de jóvenes entre 0 y 16 con relación al número de personas mayores de 65 años muestra bien a las claras esta tendencia.

Así hemos pasado detener 35,9 mayores de 65 años por cada 100 jóvenes menores de 16 en 1975 a 107,8 personas mayores de 65 años por cada 100 jóvenes menores de 16 en 2012. Las personas viven más años, pero ya no cuentan con el soporte de cuidados que, en décadas pasadas proveía la familia nuclear o extensa. La incorporación de la mujer al mercado laboral, la reducción del número de hijos, la movilidad como consecuencia del nuevo mercado laboral… han socavado las estructuras sociales que apoyaban al proceso de envejecimiento.

Estos mayores que viven solos suelen ser propietarios de las viviendas en las que habitan por lo que no aparecen entre los colectivos demandantes de soluciones habitacionales. Hasta ahora la respuesta de las administraciones públicas y operadores privados es la de ofertar plazas en residencias privadas o concertadas a las que se accede cuando el nivel de dependencia empieza ser notorio y las, cada vez más debilitadas redes sociales de apoyo, no consiguen cubrir las necesidades básicas de los mayores.

Sin embargo, la nueva mirada social sobre el envejecimiento, que dota a esta etapa vital de significado propio alejándola de las visiones que la asocian a deterioro y decadencia, abre nuevas oportunidades para repensar qué significa envejecer y cómo se puede promover, no ya un envejecimiento saludable, sino activo.

Esta nueva mirada debe saber ofrecer soluciones habitacionales que, a la vez que luchan contra la epidemia de soledad, empoderan a los mayores, les invitan a la participación social, y promueven ese anhelado envejecimiento activo. Las viviendas colaborativas para mayores -senior co-housing- emergen como una de las mejores soluciones habitacionales para prevenir la soledad y promover un envejecimiento autónomo y activo.

Se trata de un modelo que combina cooperación y solidaridad entre ciudadanos creando espacios habitacionales para ser vividos en colectividad con un exquisito respeto a la privacidad y la autonomía personal. Una vivienda colaborativa o co-housing está habitualmente impulsada por un colectivo de mayores con una cierta relación social previa y sobre todo con la firme decisión de cooperar entre ellos para vivir y convivir.

Estas viviendas colaborativas combinan espacios privados, habitualmente apartamentos pensados para una persona o pareja, con amplios espacios comunes en los que se desarrolla la vida en comunidad. Estos espacios comunes suelen ser zonas cómodas para compartir las actividades de la vida cotidiana sobre las que se articula la vida del colectivo. Así, suele haber una amplia cocina semi-industrial en la que por turnos, y organizados en grupos, se prepara la comida que se comparte en un amplio salón. Junto a ellos estancias en las que compartir conversación y compañía y lugares para dar cabida a las aficiones de los miembros del grupo.

Lo importante en un co-housing es participar, mantenerse activo y en compañía. El impulso y desarrollo de esta solución habitacional requiere de la concurrencia y mirada convergente de grupos de usuarios y colectivos de interés, de empresas y administraciones públicas responsables del desarrollo urbanístico y de los planes de vivienda, de operadores privados, de entidades financieras y de profesionales del mundo del derecho, la intervención social y la arquitectura.

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