El próximo viernes hay convocada una movilización internacional contra el cambio climático que tendrá como principales actores a los jóvenes, una huelga estudiantil que secundarán más de 1000 ciudades de 89 países de todo el mundo. En España se está vertebrando un movimiento denominado “Juventud por el Clima”, y Jaén no va a quedar al margen, con institutos cuyo alumnado van a sumarse a esa marea juvenil. Es muy positivo que la juventud recoja también la bandera contra el cambio climático por muchos motivos. En primer lugar, ellos van a ser los que más sufran las consecuencias y no pueden, no deben, resignarse a recoger la herencia de un mundo hipotecado por sus mayores. También es importante contar con el empuje y la vitalidad que siempre aportan los jóvenes a las causas nobles. Y esta, la de evitar que la ceguera humana produzca cambios irreversibles en la Naturaleza, es una causa noble, difícil y apremiante. Otro elemento positivo del desembarco masivo de la juventud en esta lucha que excede los límites de una simple cuestión ambientalista, es el propio desembarco, la propia implicación del segmento social que debiera ser de los más dinámicos de la sociedad. En nuestro país, y sobre todo, en nuestra ciudad, son numerosas las veces en que los más veteranos hemos buscado la complicidad y el apoyo de la sangre más joven en las iniciativas e intentos para cambiar el mundo, y demasiadas veces nuestros intentos de sumar a la fogosa juventud han sido vanos. No les doy la razón a los que afirman que la juventud no tiene motivaciones, que “pasa” de los problemas que también les incumben. Creo que son sensibles a muchos de esos “marrones”, pero también se sienten confundidos, sin saber qué hacer. La sociedad del bienestar ha difuminado los escenarios de reivindicación. Saben muy bien el mundo de mierda que les vamos a dejar, por primera vez en varias generaciones sus expectativas son peores que las de sus padres, y no debe de ser plato de gusto verse en esa situación. Admiro a esa juventud que ante un futuro incierto, es capaz de albergar sueños y esperanzas por las que movilizarse. Estamos ante una generación que, desencantada por el desastre al que han llevado las crisis de una sociedad hiper-consumista, piensan más en compartir que en comprar. Lo fundamental es que descubran que, cuando aparece el primer pelo blanco, es posible haber activado la juventud del alma. Esa es nuestra esperanza para el futuro.
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