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Binario

Mi limpieza dominical de zapatos siempre me lleva el pensamiento a los páramos inquietantes de la reflexión sobre cómo va la vida y tal. De nuevo hay elecciones

Publicado: 03/03/2019 ·
22:25
· Actualizado: 05/03/2019 · 12:11
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

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Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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Mi limpieza dominical de zapatos siempre me lleva el pensamiento a los páramos inquietantes de la reflexión sobre cómo va la vida y tal. De nuevo hay elecciones. En realidad -atención: spoiler- es la misma una y otra vez; o bien nunca deja de haberlas desde hace unos años, qué intensidad sufragista, qué ansia de poder orgánico e institucional de quienes ansían vivir la vida pública.

Los periodistas volverán a contar, como si fuera importante, lo que se dirán unos de otros los candidatos, adjetivos dotados con la crudeza permitida en la campaña; o bien con la dosis de falsedad que ya se asume como permisible, a esto hemos llegado, tal y como reconoció días atrás uno de los nuevos consejeros andaluces. Nadie nos informará si fueron a un colegio público o privado, creen en un dios o ninguno, o si alguna vez recurrieron a las bofetadas a los hijos. Conoceremos más de sus cuentas corrientes e hipotecas que de su voluntad de luchar a toda costa por un amor verdadero. Sé que eso quizás no les parezca importante, aunque a servidor, sí.

En todo caso los matices han dejado de existir. El código binario que domina la cibernética, que a su vez nos domina a nosotros -la sucesión de trillones de combinaciones del 0 y el 1- se aplica hoy también a nuestra visión del mundo. Amigo/enemigo, bueno/malo, nacionalista español/otros. Héroe/villano. 0/1.

Coloco mis zapatos brillantes en el balcón para que algo de sol los empape. De niño, mi gran héroe fue Félix Rodríguez de la Fuente. De adolescente, los miembros de las bandas que me marcaron: Clash, Jam, Cure, Smiths... Luego llegaría el turno de los escritores-dioses: Kennedy Toole, Delibes, Paul Auster...

Y hoy mi héroe está ahí abajo: el ciudadano que veo corretear frente a mi balcón para cobrar 60 céntimos en el aparcamiento a quienes dejan el coche. Ese hombre debe tener mi edad y, lo reconozco, estoy más cerca de acompañarle en sus carreras y silbidos que de prejubilarme con una buena pensión.

El domingo resulta un día apropiado para nuevos héroes, ya que Dios descansa y deja hueco. Eso lo saben bien los aficionados a su equipo de fútbol que desfilan por la calle rumbo al anfiteatro deportivo para la adoración semanal. Ellos crean y matan héroes en función de un código igual de simplista -victoria/derrota, amigo/rival, 0/1- que quizás sea el germen de tantas otras formas de actuar a las que ha empapado.

Me decido para salir por unos zapatos deportivos, por si es preciso, Pedro Navaja, salir volao.

 

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