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Unos adolescentes juegan al sol del domingo un partido. El Guadalquivir corre paralelo a la banda, y Triana permanece estática en el otro extremo...

Publicado: 24/02/2019 ·
22:23
· Actualizado: 24/02/2019 · 22:23
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

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Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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Unos adolescentes juegan al sol del domingo un partido. El Guadalquivir corre paralelo a la banda, y Triana permanece estática en el otro extremo. Algunos padres ya trasiegan cerveza en el bar hablando sobre si disfrutarán o no el ‘puente’ por el día de Andalucía. Se acerca una jornada en la que, de nuevo, no habrá grandes reflexiones sobre nuestra región y su destino. Ciertamente habría que ser muy avispado para ser capaz de discernir hacia dónde se encamina una tierra que es tantas y tan diferentes, basta con abrir los ojos y apagar las teles y radios nacionales.

Aunque, poco a poco, se homogeniza. Desde el valle del Guadalquivir, donde ahora los juveniles vestidos de azul acaban de conseguir un gol, se ha expandido una variedad cultural que ha ido ganando posiciones por las laderas de la Andalucía de las montañas penibéticas. Las formas de celebrar las fiestas, de contar chistes o de ser valorados en el resto de España tiene mucho que ver con el magma cultural cocido a golpe de notable talento y puñados de chabacanería en, pues sí, Sevilla y Cádiz.

Pero nada de eso resulta relevante en la mañana del domingo por más que se acerque el día de Andalucía. Tampoco el cambio de gobierno ha despertado pasiones que lleven la charla de los padres hacia ese terreno de juego. Siguen los carteles publicitarios todavía en la carretera y ya sabemos que no habrá bajada de impuestos, ni masiva ni menos iva. Alguien apunta que los malagueños van a tomar cumplida revancha de tanto sevillanismo y la mayoría asiente, pero parece debido a que ha invitado a una ronda.

Los juveniles se han ido al descanso. Juegan un british sport sobre césped artificial, usan ropa y calzado estadounidense, y en cuanto acaben encenderán sus juegos electrónicos. La cerveza es de capital holandés; la ropa, asiática. Hay que ser muy optimista para creer que será relevante la cultura andaluza a medida que siga adelante el milenio de la globalización.

Pero lo soy. Los de verde empatan y miro sus rostros felices con optimismo. Sus figuras se recortan sobre montes que, oh Fabio, fueron frondosos y ahora colmena de adosados. Ponen más cuidado en su peinado que en su ortografía. Nunca se rebelarán, todo lo más firmarán un change.org contra el cierre de bares.

Pero lo soy. No nos queda otra esperanza que estos jóvenes que hoy juegan al fútbol. Los mayores hicimos lo que pudimos, la mayoría casi nada, así que Andalucía está en sus manos. Sigo con ansia los minutos finales. Como si el destino se adivinarse hoy no en el vuelo de los cuervos sino en goles postreros, los de verde ganan y grito alborozado.

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