Educar para el futuro

Un país que se maneja solo con emociones

De lo contrario no viviremos los verdaderos valores de la democracia y no tendremos futuro como sociedad

Publicado: 15/02/2019 ·
10:37
· Actualizado: 15/02/2019 · 10:37
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Autor

Antonio Monclova

Antonio Monclova es biólogo, doctor en prehistoria y paleontología, master en arqueología y patrimonio

Educar para el futuro

Análisis, crítica y reflexión sobre las necesidades pedagógicas de la sociedad para difundir el conocimiento y la cultura

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La importancia que la política da a los modelos educativos queda reflejada en cómo han proliferado en las últimas décadas las leyes para su reforma y también en la forma en cómo en las llamadas comunidades históricas se han utilizado las leyes educativas para aplicar inmersiones lingüísticas, manipular los temarios y adoctrinar a los alumnos.

Desde una perspectiva monolítica del estado, en la España preconstitucional la enseñanza reglada adoctrinaba al alumnado para que asimilase la estructura social y hasta sus creencias religiosas, cometiendo errores tales como enfatizar en exceso la memorística (recordemos las interminables listas de ríos, afluentes o reyes godos).

El entorno de libertades que propició la Constitución y el avance en los métodos educativos cambiaron la situación, aunque no se apostó por fomentar el espíritu crítico en el alumnado, dejándolo languidecer como parte fundamental de su formación. Es obvio que al carecer de sentido crítico puede darse por buena cualquier información o idea sin someterla antes a una valoración que demuestre su validez o conveniencia de asumirla.

En las relaciones sociales esa carencia dificulta o impide el cambio de opinión, incluso si beneficia, merma la empatía hacia el que opina diferente y facilita el adoctrinamiento irracional. Uno de los datos que miden la calidad de la educación impartida en un país es el porcentaje de alumnos que son capaces de leer de manera crítica, considerando a esta como la capacidad para leer un texto dándose cuenta de las ideas contradictorias o que no se sustentan, los argumentos que no respaldan lo que se dice, las conclusiones que no lo son, los autores que se equivocan y un largo etcétera.

Es desalentador que en nuestro país sea tan bajo el porcentaje de alumnos capaces de leer de manera crítica tras finalizar su etapa educativa. Al no saber leer de una manera crítica también se reduce el espíritu crítico en general y la capacidad para argumentar.

Dado que una gran parte de los que tienen esta carencia reciben la información a través de los medios de comunicación audiovisual, ciertos sectores políticos que lo saben se aprovechan arteramente de la situación para manipular las opiniones y creencias de la ciudadanía, alterando y falseando los contenidos que difunden esos medios, apoyándose en falacias y cuentos tales como el de la ideología de género.

Es cierto que los países que salen adelante son aquellos que invierten en ciencia y en educación, pero si en el nuestro el primero de los problemas está en la forma de educar, la solución comienza por invertir el esfuerzo en mejorarla.

De lo contrario no viviremos los verdaderos valores de la democracia y no tendremos futuro como sociedad, porque un país donde hay tantos que no leen de manera crítica no se maneja con ideas sino con emociones.

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