Una feminista en la cocina

Pensar, mata

Somos césares andando sin toga, con los genitales al viento como los exhibicionistas que transitan por la vida aireando vergüenzas.                         

Publicado: 11/02/2019 ·
10:59
· Actualizado: 11/02/2019 · 18:30
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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No hay como hacer porta gayola a la actualidad para encogérsete el pecho. No hay silicona que empitone la esperanza en esta humanidad que aceptaría como salida de emergencia la venida de un meteoro. ¿Se imaginan a los dinosaurios mirando al cielo, mientras les apedreaban?  Nosotros miramos internet, ese inframundo que no esconde nada de lo que la realidad nos enmascara que no hay como relacionarse socialmente para sentir puñalada trapera en mitad de la espalda. Somos césares andando sin toga, con los genitales al viento como los exhibicionistas que transitan por la vida aireando vergüenzas. Desvergüenza nacional que se ha hecho TT porque nuestros padres de la patria se desdicen y no van al cajón que en los argots políticos una vez que te empoltronan ya te eternizas.

Protesta en París de los chalecos amarillos.

Todos nos hemos hecho “bocachanclas” y no pagamos (ni dejamos descansar), vivimos por encima de nuestras posibilidades y les damos a los niños un bisturí para que se haga sitio en esta jungla en la que pastamos. No me extraña que algunos esperen la llegada del meteorito porque vivir mata. Mucho más pensar, que es nada factible para convivir con la masa. La gente defeca obviedades, insulta con verbigracia y todo sigue igual, dándole a la rueda más vuelo para que nos quepa la ignorancia. Pensar agota y vuelve loco, lo suficiente para que te den escopetazo en la cara porque tu marido ha establecido que estás muy mal, después de convivir 60 gloriosos años contigo en los que le diste de todo menos una patada. Ahora, muñeca rota, te vas sin decir ni pío con la cabeza destrozaba por una bala, que era tu sino natural servir hasta que no pudieras hacerlo más. Luego escoba, carreterita y manta que el otro también se ha matado, zanjando el asunto por lo legal. No te quejes( en los estertores) que nadie te iba a mirar con los ojos que él lo hacía. Nadie te va a enseñar unos genitales sin la gratuidad del exhibicionista que se masturba delante de niños o esa panda de piojosos reprimidos (de ideas y respeto) que da bebiditas mortales para dormir a las niñas y hacerles la cama en una casapuerta. Qué podemos esperar si nadie respeta una mierda, si el pensar está de más y la gente se mata y engaña por cualquier tontería. Amigos de teta no se pueden ver y despedazan sus corazas al menor traspié. La carrera a ninguna parte ha comenzado, ya apuntan a nuestra latitud desde el espacio exterior las fauces del cometa, su cola y su masa compacta en latines y pesetas. Nos iremos al cajón, queramos( o no) porque nadie nació inmortal en este planeta. Quizás solo perdure la estupidez que mata la inteligencia, la sensatez y el buen hacer. Esa esperará hasta encontrar otro huésped de su agrado, aunque me temo que tan entregados como nosotros le costará un genital de masturbador asado a las brasas por los niños a los que enseñaba la peineta.

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