Sevilla ha dado ejemplo de sensibilidad especial hacia colectivos que preferimos calificar como diferentes antes que como discapacitados, y no sólo porque haya sido aquí donde la Academia española del Cine haya otorgado el premio Goya a la mejor película a ‘Campeones’, una historia de superación protagonizada por un equipo de baloncesto cuyos miembros no alcanzan los coeficientes habitualmente considerados como normales. Varios días antes de ese reconocimiento cinematográfico, como en una avanzadilla demostrativa de un tiempo nuevo al respecto, se conoció que en la próxima Feria se instalará la primera gran atracción destinada a personas con movilidad reducida: una noria de 30 metros de altura a cuyas 24 cabinas podrán acceder quienes habitualmente usan sillas de ruedas y que hasta ahora no podrían disfrutar de esas vistas panorámicas.
Aún más. El Ayuntamiento y los feriantes han atendido la petición de la asociación Asperger-TEA Sevilla para decretar cuatro horas diarias sin ningún tipo de ruidos en la calle del Infierno, con el fin de que los niños y personas con trastornos del espectro autista e hipersensibilizados con el sonido puedan gozar de los cacharritos en pie de igualdad con el resto. Estos ejemplos, que deberían extenderse a todos los ámbitos, convierten a Sevilla en una ciudad especial, más que por su color, como dice la canción, por su inclusión social.
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