Lo del cine como fábrica de sueños es tan lugar común que no lo dijeron en la Gala de los Goyas más de dos veces pero es más sugerente que industria cinematográfica y menos cursi que séptimo arte. El remate de lo mil veces pronunciado en décadas es lo de la fiesta del cine español, aunque es la exhibición de su fuerza, a pesar de las trabas y obstáculos. La última gala ha merecido pocas polémicas y sí muchas emociones. La verdaderamente arrebatadora la protagonizó el galán menos galante pero más auténtico de la noche: Jesus Vidal, un campeón portentoso, desprovisto de toda discapacidad, que dio el campanazo: "Señoras y señores de la Academia, ustedes han distinguido como Mejor Actor Revelación a un actor con discapacidad. No saben lo que han hecho. Me vienen a la cabeza tres palabras: inclusión, diversidad, visibilidad, ¡qué emoción! ¡Muchísimas gracias!".
La otra frase de la noche para enmarcar fue de Arantxa Echevarría: “Quiero dedicarle esta película, que es de amor, a todos aquellos que no permiten amar al diferente, aquellos que no son capaces de ponerse en la piel de la minoría y del distinto, aquellos que no creen que sea necesaria una ley de violencia de género, aquellos que creen que los colectivos LGTBI no necesitan apoyo, aquellos que piensan que no es parte de la sanidad pública el aborto y el cambio de sexo. Se lo quiero dedicar a ellos para que, por favor, vayan a ver una película de lesbianas, gitanas y mujeres” -le espetó al que había calificado al cine como mafia, es decir, a Abascal-. El antedicho ni fue invitado ni seguramente quería que lo hicieran, ni desde luego se lo merecía con esas credenciales. El que habla de Reconquista es recomendable que vea la narración terrible de la reconquista inversa del documental emitido por Canal Sur “El Laberinto Marroquí”, que cuenta la participación de los soldados rifeños y de otras zonas de Marruecos que sirvieron a los franquistas de fuerza de choque en la Guerra Civil española. Después fueron casi todos expulsados y abandonados.
Un mucho de glamour y de protesta no viene mal en un mundo donde todo lo que rodea al petróleo siempre despierta el apetito de los poderosos, donde Putin y Trump juegan al riesgo nuclear y en una España que quiere cambios pero no retrocesos.
Espléndida Rosalía. Hay esperanza.
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