El Loco de la salina

De vuelta a La Isla

Les podría contar muchas cosas interesantes, pero es que he vuelto tan hartito de avión, que a cada paso que doy me dan ganas de besar el suelo que piso.

Publicado: 03/02/2019 ·
23:04
· Actualizado: 03/02/2019 · 23:05
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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He tardado un poco en volver, porque me acerqué a Australia donde tengo a mi hijo Oscar para pasar las fiestas con él. Para resumir y a la pregunta de cómo está mi hijo, tengo que decir que está estupendamente, y que su padre sigue con la cabeza averiada. Gracias. Pero, aunque todavía, cuando levanto los brazos, me dan ganas de volar, ya estoy aquí otra vez en el manicomio dispuesto a lo que haga falta. Es verdad que llega uno a perder la noción de qué hora es, de si es invierno o verano…Eso es lo que le faltaba a este loco.

Les podría contar muchas cosas interesantes, pero es que he vuelto tan hartito de avión, que a cada paso que doy me dan ganas de besar el suelo que piso. Bueno, les cuento alguna cosita. ¿Saben ustedes lo que me ha llamado más la atención de Sidney? No han sido ni mucho menos los rascacielos, ni la Casa de la Ópera, ni las grandes extensiones de césped, ni la enorme cantidad de playas que rodean a la ciudad, ni siquiera los canguros. Ha sido ni más ni menos que junto a las abundantes papeleras que hay por todas partes te encuentras siempre una cajita con bolsas para las cacas de los perros. Gratis. No me ponga esa cara de sorpresa. Y ahora yo les planteo un sencillo y elemental problema de matemáticas. Suponiendo, que es mucho suponer, que esas cajitas de bolsas para la caquita de los perros se ponen aquí en La Isla junto a las papeleras, calcúlese el tiempo que podrían durar en su sitio sin que nadie se las llevara del tirón. Me manda la solución al manicomio.

Por lo demás he podido comprobar varias cosas increíbles. Yo sé, desde que me lo enseñaron en los Hermanitos, que la Tierra es redonda y no plana, como dicen ahora algunos piraos, pero, precisamente por estar en la otra parte de esa pelota que es este planeta, la gente se debería caer para abajo, digo yo, la lluvia debería precipitarse hacia arriba, los fuegos artificiales se irían lanzando hacia abajo, y no se podría andar por allí, a no ser que nos agarráramos bien al suelo con uñas y dientes. Eso sería lo normal. Pues nada de eso. Allí es como aquí, aunque parezca mentira. La gente pasea tan tranquila por el pavimento, la lluvia forma charcos en el suelo, los fuegos suben hasta el cielo…Otra cosa que me habían dicho es que aquello está muy lejos. Mentira, no se lo crea. Una vez allí he podido comprobar in situ que lo que está muy lejos es esto.

Eso sí, mi mente se ha refrescado y traigo ideas nuevas. ¿Qué les parece, por ejemplo, si lanzamos la idea de que se vengan para La Isla toda los quintos que hicieron aquí la mili? ¿No les parece una genialidad? A mí también. Sería un auténtico ejército de quintos y esto se llenaría de catetos a babor. Bueno, no me hagan caso. Lo he pensado mejor. La verdad es que si a toda esa gente se le ocurre venir, a dónde los íbamos a meter, en qué hoteles los íbamos a hospedar. Se cansarían de dar vueltas por las calles y, por recordar algo, se pondrían en una cola imaginaria para comprar uno de aquellos bocadillos de su juventud en cualquiera de las desaparecidas tiendas que entonces conocieron. Olvídenlo. Ya se me ocurrirá otra cosa.

Bueno, a lo dicho, que ya estamos aquí y que, si ustedes me han echado de menos, no vayan a creer que yo no he añorado este manicomio.  

 

 

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