La Comisión Europea denunció ayer por fin ante la Organización Mundial del Comercio a la Administración Trump por imponer un gravamen del 34,75% de su valor a las aceitunas negras españolas, que es tanto como decir sevillanas. Nuestro ministro de Agricultura, Luis Planas, ha saludado la decisión y negado que se haya actuado con retraso, afirmación que no concuerda con la realidad, ya que ha pasado medio año desde la imposición de los aranceles. En contraste, cuando EEUU gravó en junio de 2018 el acero, el aluminio y los automóviles europeos la Comisión no tardó ni veinte días en responder a Trump con la misma moneda.
El diferente tiempo de respuesta es la demostración de que no otorga la misma importancia a la industria del Norte de la Unión que a la agricultura del Sur, y el escaso peso político de España en Bruselas. Aunque más vale tarde que nunca, la Comisión reacciona cuando nuestros exportadores han perdido ya 20 millones de euros por la caída de sus ventas en un 72% y están en grave riesgo de perder 60 millones de euros con la caída de su principal mercado exterior, el estadounidense. Como la guerra comercial puede durar aún una larga temporada, lo mínimo que debería exigir nuestro Gobierno a la UE sería un fondo de compensación que evite la ruina definitiva del que hasta hace poco era uno de los sectores más boyantes de la agricultura sevillana y andaluza.
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