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San Antón

Hay malagueños que de cuando en cuando se suben a los montes, a merendarse unas buenas vistas. Ahí la ciudad tiene otra perspectiva

Publicado: 19/12/2018 ·
13:13
· Actualizado: 19/12/2018 · 13:14
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  • Con buenas visttas. -
Autor

Ángel Pérez Mora

Escuela de Arquitectura de Málaga. Autor del proyecto de Rehabilitación del Palacio de la Aduana y Plan Especial de Baños del Carmen

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El clima en Málaga es tan suave que pasa desapercibido, como la brisa. Solo hablamos del clima cuando desaparece el azul del cielo y nos empiezan a caer chuzos de punta, hasta entonces el clima es eso que sacan en la tele a la hora del mapa.

En nuestros inviernos primaverales, pasamos el tiempo poniendo nombres a los distintos tonos de colores que pinta la luz del sol en el agua. Y nos aburrimos de tanto mirar al mar, sin reparar en eso que tenemos detrás y que por los lados pone marco a nuestras incontables selfies marinas. Hasta que al darnos la vuelta, caemos en la cuenta de que el mar se queda en la playa porque la tierra en Málaga, al poco de separarse del mar, se viene arriba.

Málaga tiene una espalda, de ésas que dan respeto. Esta tierra tiene algo común con  Cantabria y Asturias. Si alguien quiere empaparse de Asturias, tras asomarse a su costa, debe atreverse a cruzar Pajares sin túnel y aventurarse a atravesar alguno de los otros siete puertos que atan Asturias con Castilla: El Pontón, Somiedo, San Glorio, solo entonces la entenderá como nadie.

Hay malagueños que de cuando en cuando se suben a los montes, a merendarse unas buenas vistas. Ahí la ciudad tiene otra perspectiva; es una mancha de casas y cosas que se extiende apretada entre el mar y las montañas, arrugándose entre ellas.

Si te empieza a gustar esta tierra, y quieres disfrutarla no tienes más remedio que coger carretera y cámara y atravesar sus montañas todas las veces que puedas para hartarte de ver planos y contraplanos de mar y tierra. Subir por la autovía veloz a las pedrizas y desde allí enfilar una carretera que se toma su tiempo para volver. Desde Alfarnate, entre curva y curva, uno ve tantas veces Málaga abajo, sin acercarse a ella, que acaba sintiendo que nunca baja, sino que más bien flota. Hay sensaciones más fuertes, como recortar la bajada y acelerar por las empinadas laderas hacia Olías. Aunque para “fuerte, fuerte” : asomarse por el Boquete y dejarse caer hacia Vélez desde Zafarraya.  

Ahora bien si no somos amigos del coche o el día se nos ha quedado corto… siempre podemos acercarnos a San Antón. Como a Ilsa y a Rick siempre les quedará Paris, a nosotros siempre nos quedará San Antón. Y.. ¿qué es San Antón?, simplemente un monte. Un chichón doble en la espina denteada que pone fondo a la bahía de Málaga.

Lanzarse a San Antón es una lección de geografía. Una escapada que nos aleja de Málaga y a la vez nos acerca a ella. Una ventana que nos asoma a palabras que seguramente antes pasearon por delante de las pupilas de Manuel Altolaguirre  y Vicente Alexandre. Una subida a una gran mole, que pausadamente, piedra a piedra, te lleva a mil miradas sobre esta tierra y te engancha…

 

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