Hace justo una semana, la exalcaldesa de Sevilla, la popular Soledad Becerril, regresaba a la ciudad que gobernó durante ocho años junto al PA (1991-1999) para presentar el libro de sus memorias “Años de soledad”. Lo hacía el mismo día en el que la plantilla municipal secundaba la primera huelga general de la historia del Consistorio hispalense, un hecho sobre el que no quiso pronunciarse. “Estoy algo alejada de la vida pública, de la política y yo no soy yo quién para juzgar los motivos de la huelga”.
Sí habló sobre el estado de la ciudad, a la que viene “con frecuencia” pero no vive “día a día”. Aún así recordó que “le daba mucha importancia, y me parece que ahora no se le da tanta, a la limpieza. La vida de los vecinos no necesita siempre de grandes obras, de magníficas obras, de extraordinarias obras, -advirtió- no; lo que necesita fundamentalmente es que su barrio esté en condiciones, que esté limpio, que esté cuidado que los jardines estén bien, que los bancos estén bien, que las personas mayores tengan un sitio donde sentarse, que los niños tengan un buen sitio donde jugar, que el tráfico no sea una catástrofe……estas cosas son las que yo creo que los vecinos aprecian”, explicó.
Con esa filosofía, no le extraña descubrir que los ciudadanos de Sevilla la recuerden más por su proyección austera y seria que por sus acciones concretas, “seguramente, si lo dicen los vecinos…..como decía me ocupé mucho, nos ocupamos mucho porque fuimos varios, de la limpieza, del mantenimiento, del día a día de la ciudad. Recogimos un premio que se llamaba escoba de oro”, recordó con una leve sonrisa.
Su seriedad y rectitud le hacía mantener cierta distancia con los vecinos que sólo logró romper tras el fatídico asesinato del concejal Alberto Jiménez Becerril y su esposa Ascensión García a manos de ETA. Fue uno de los dos peores momentos que reconoce haber vivido en su larga trayectoria política; días de intenso dolor que le resultó difícil de disimular. “Qué menos que unas lágrimas”, justificó.
Preguntada por la imposibilidad de renovar el acuerdo de gobierno con el PA, Soledad Becerril defiende que fue “porque pedía unas condiciones que a mí me parecía que yo no debía entregar o dar, y dije que no”, aunque la verdadera razón fue la negativa del PP a retomar el proyecto del metro. Y en esto, si bien reconoce que hizo “todo lo posible” achaca al PSOE de la Junta de Andalucía “la Comunidad Autónoma con el consejero de Obras Públicas el señor Vallejo no estaba dispuesto a echar el resto ni a iniciar la obra ni a ocuparse de ello porque la alcaldesa no era de su partido, eso lo cuento en el libro”.
Recibió la Medalla de Sevilla en 2009, ciudad a la que guarda agradecimiento, “cariño y amor” pero a cuya Alcaldía no regresaría nunca, a pesar de que el PP se los propuso “siete u ocho años después del 99, “pero cuando se deja una actividad así la vuelta es muy difícil. Di las gracias y dije que no”.
Con “a” de ministra
Soledad Becerril ilustra el libro de sus memorias con una fotografía de sus primeros días en el Ministerio de Cultura -fue la primera ministra de la Democracia-, imagen en la que parece la cartera con el membrete de “Ministro”, pero cuenta que “me retocaron la cartera y me pusieron ministra, sí. La O la cambiaron por la A, es lo natural, pero yo recogí la que había; tampoco hay que darle demasiada trascendencia a esas cosas”.
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