La Taberna de los Sabios

Guía de perplejos en tiempos de desconcierto

El gobierno podrá decir misa, pero los disparates de su prédica ya pasan factura a la inversión, al consumo y al estado de ánimo

Publicado: 24/10/2018 ·
09:42
· Actualizado: 24/10/2018 · 09:42
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Todo se mueve, nada permanece. Ni siquiera el Supremo es garantía de doctrina firme. El decirse y desdecirse, marca de la casa Sánchez, parece haberse contagiado a sus señorías. Nada ocurre como debiera ocurrir. Tampoco la CEOE está en su lugar, riéndole las gracias a un presidente de patronos que rinde pleitesía a Junqueras en la cárcel. Tiempos de desconcierto en los que, contra toda lógica electoral, el PP se pega un tiro en el pie con absurdas comparaciones educativas que de inmediato se le vuelven en contra. Los líderes de Podemos tampoco son ejemplo de nada, mudándose a chalés de toreros ricos, de los de antes, en cuanto tocan poder. O sea, lo contrario de lo que dijeron que harían. Los percibimos sin rumbo, perplejos y desnortados. Y lo que les ocurre a nuestros próceres también lo padecemos los parroquianos, que – como Santa Teresa – vivimos sin vivir en nosotros, todo ansia y desasosiego. Estamos nerviosos, confusos, irritables. No entendemos lo que nos ocurre, pero intuimos que algo grave gira sobre nuestras cabezas, a modo de ciclogénesis explosiva. Nuestras cabañuelas barruntan chuzos políticos y económicos. Y, como único desahogo a nuestro alcance, volcamos nuestro malestar contra los que consideramos nuestros enemigos. Sólo así encontramos alivio para nuestro resquemor, toda vez que nuestros líderes ya no nos sirven de consuelo. Si no tenemos a quien seguir, siervos seremos de nuestras pasiones y víctimas de nuestros temores.

El españolito de pie sabe que la cosa comienza a ponerse fea. El gobierno podrá decir misa, pero los disparates de su prédica ya pasan factura a la inversión, al consumo y al estado de ánimo. Pronto, desgraciadamente, el empleo también se resentirá. Y vuelta a empezar. Apenas si comenzábamos a sacar cabeza cuando de nuevo nos la meten en el charco. Una pena, una auténtica pena, que podría no haber sucedido si tras la moción de censura se hubiese cumplido la promesa de convocar elecciones. No se ha hecho y parece que no se hará. Sánchez e iglesias le han tomado el gusto al poder y a ver quién es el guapo que los desahucia de la moqueta y de la cornucopia dorada. La situación se deteriora a ojos vista, pero eso a nadie importa. La realidad hace tiempo que murió, arriba el discurso hermoso que la confunde. Las ocurrencias de Zapatero parecían muy difíciles de superar, pero el actual gobierno ha conseguido lo imposible, triturar sus récords en apenas cuatro meses. Prepárese, porque pagaremos sus gravísimos errores, que tan bien quedan en la tele, pero que tanto desgarro producen en esa vida real que ignoran.

Nadie se siente seguro, el suelo tiembla bajo nuestros pies. Cualquier sociedad lo primero que pide, tras la alimentación, es el pisar un terreno seguro. Desgraciadamente, nos sentimos embarrados en un piélago incierto. Y la ansiedad irá a más cuando el deterioro de la situación se agrave. Por eso, porque reclamamos seguridad, firmeza y declaraciones contundentes, los populismos de todo tipo van a subir como la espuma. Tan terrible como cierto. Podemos rompió la baraja, le siguieron todos los demás y ahora VOX – atención a su resultado en las andaluzas – terminará la primera ronda. En física estudiamos aquello de que toda acción genera siempre una reacción de igual intensidad y de sentido opuesto. Ya supimos antaño que a las brigadas rojas siempre le siguieron las escuadras negras – o viceversa – y ahora comprobamos como una izquierda hiperventilada se equilibracon una derecha venida arriba. Nada arreglarán ni los unos ni los otros con sus palabras hermosas y su eco doloroso de ruina y confrontación. Que los grandes ideales siempre fueron enemigos del buen yantar ydel cálido sosiego de la chimenea acogedora.

El vértigo también llega a nuestras vidas a lomos de una desconcertante tecnología que todo lo abarca, que nada respeta. Tememos quedarnos atrás, convertirnos en obsoletos, perder el empleo. Desasosiego íntimo que abona el desconcierto general. Y, claro, así no hay manera. Todo se mueve, nada permanece. Sólo nos queda una certeza, la de que, pese a todo, queremos ser felices. Agarrémonos a ella como guía de perplejos, amén.

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