Hasta ahora teníamos 8 apellidos vascos y 8 apellidos catalanes, pero ahora ya contamos también con 8 ayuntamientos andaluces. La diferencia es que las anteriores eran comedias y la última actuación no tiene nada de divertido, sino todo lo contrario. La Junta de Andalucía acaba de aprobar la segregación de 8 núcleos que se convertirán en otros tantos ayuntamientos nuevos, todos ellos de escasa población.
Y no es ningún consuelo la justificación de que actualmente el 67,1% de los municipios andaluces tienen menos de 5.000 habitantes, pues precisamente por eso a lo que debería irse es hacia lo que se ha hecho en Europa y lo que se está pidiendo desde infinidad de estudios, hacia ayuntamientos más grandes, no seguir consolidando un minifundismo que no le beneficia a nadie, más allá de las celebraciones por haber conseguido una independencia que va a traer, precisamente, mayor dependencia que hasta ahora.
Los números no cuadran en esta operación. Así, mientras la población total de los 8 ayuntamientos matrices, antes de la segregación, crecía en total un 12% en los últimos 18 años, sin embargo la de estos nuevos que ahora se independizan bajó en su conjunto un 4,5%, con lo que no parece lógico que precisamente quien está perdiendo población sea quien se independice de aquel que la gana, o al menos la pierde en menor medida, porque la andanza en solitario, a partir de ahora, va a ser más cuesta arriba de lo que piensan, ya que tendrán menos recursos para la prestación de servicios, con lo que se resentirá, más pronto que tarde, el bienestar de los vecinos, que, con el tiempo, acabarán añorando la situación anterior, aunque ahora les hayan convencido de que era lo mejor que les podía pasar.
Si hacemos un pequeño repaso sobre la situación de la que parten estos nuevos ayuntamientos, resulta que hasta ahora su mayor fuente de ingresos eran las transferencias corrientes, lógicamente al ser Entidades Locales Autónomas. En cuanto a los gastos, un preocupante 79% de ellos se ha ido en personal y gasto corriente. Y si nos fijamos en programas de gasto, es cierto que la prestación de servicios públicos básicos se ha estado llevando el 27% del total y los servicios sociales el 18%, lo que no está mal, aunque son cifras muy mejorables, pero es que a gasto general se ha dedicado 1 de cada 3 euros.
Y esto va a empeorar. No sólo van a aumentar los gastos corrientes, al aumentar tanto el personal, teniendo en cuenta que necesitan, cuando menos, un Secretario-Interventor, así como las retribuciones o gastos que vayan a parar a los nuevos alcaldes y concejales, y otros gastos de funcionamiento, sino que lo harán con menos recursos, ya que las transferencias que van a recibir del Ministerio de Hacienda se van a reducir toda vez que estas lo son en función del número de habitantes de cada ayuntamiento, y la resultante de estos 8 nuevos es una merma de ingresos de más de 400.000 euros al año.
Todo esto, a pesar de esas muestras de júbilo, no ha sido una buena idea. Además van a pasar de ser unas entidades dependientes de un ayuntamiento matriz cercano, al cual van a seguir acudiendo sus vecinos para hacer su vida diaria, a depender de otro organismo más grande pero a la vez más lejano como es la Diputación Provincial. Y con el Ministerio de Hacienda encantado de la operación porque al final le va a reportar un ahorro de más de 600.000 euros anuales, entre lo que dejan de percibir los nuevos y lo que pierden algunos de los matrices. Es decir, a partir de ahora la administración local andaluza es más débil y más pobre. Y lo preocupante es que se anuncia que habrá más segregaciones. Muy malas noticias.
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