El aceite de oliva "necesita" una norma de calidad única, que "permita eliminar" el alto porcentaje de fraude que se produce en su elaboración y comercialización, proporcionarle valor añadido y abordar su futuro con mínimas posibilidades de supervivencia.
Estas son las conclusiones del 'Segundo Informe sobre el Sector del Aceite', que ha sido elaborado por el Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada y que completa el primer informe, donde se señalaba la "acelerada banalización del producto" por parte del sector de la distribución, los propios olivareros y una buen aparte de los consumidores.
Por ello, el vicepresidente ejecutivo del Instituto Coordenadas, Jesús Sánchez Lambás, ha imperado a "dar valor" al aceite de oliva, ya que sin una norma de calidad que "erradique el fraude y dé confianza al mercado", el producto "está condenado a arrastrarse" a la desconfianza del consumidor, que "lo llevará al abismo".
El informe ha asegurado, además, que el aceite de oliva es la "pieza clave" de todo el sector agroalimentario español, con una producción de más de 1,2 millones de toneladas anuales y un valor por encima de los 4.000 millones de euros.
Y es que de su desarrollo "dependen regiones enteras, decenas de miles de agricultores, un buen número de cooperativas agrarias", así como una parte de la "imagen pública de la marca España", asociada internacionalmente a este producto.
El aceite de oliva es un producto "muy regulado" en sus diferentes variedades, pero no tiene una norma homogénea de calidad que permita establecer "cuáles son los estándares que debe superar el producto y cuáles son las prácticas irregulares o fraudulentas que no se pueden admitir" y que se extienda a los proceso de cata y a su vida en el mercado, ha señalado el informe.
La falta de unificación en las normas de calidad y de controles eficientes "es una ventana para que entren prácticas poco transparentes" que "generan confusión" al consumidor, "dañan la imagen" del producto y "reducen su valor, favoreciendo" que en muchos mercados internacionales el aceite de oliva queda clasificado en el genérico de grasas.
Además, la "volatilidad" de los precios en el sector y el alto peso del coste de la producción de la materia prima, que supone más del 80 por ciento del precio final del aceite de oliva, también "abre la puerta al fraude" con diferentes grados de sofisticación.
Entre los fraudes más extendidos, señala el Informe del Instituto, es el de utilizar el aceite refinado "aprovechando la diferencia de precio" entre los aceites lampantes y los aceites vírgenes, entre 25 y 50 céntimos el kilogramo, para mezclarlo con aceite virgen extra y venderlo como si fuese aceite virgen extra.
También se utilizan aceites de semilla "debidamente tratados que pasan como todo oliva" en las mezclas, ya que el aceite lampante y el de semillas oleaginosas se puede refinar hasta obtener un producto que sea neutro, sin olor, color o sabor, y que mezclado con virgen extra sea "indetectable" en los análisis físico-químicos en los paneles de cata que actualmente se emplean.
El informe añade que, si el refinador cuenta con la suficiente tecnología, se puede utilizar aceite de orujo, de muy baja calidad y reducido precio, refinarlo, mezclarlo con virgen extra en pequeña proporción y hacer pasar el producto como aceite virgen extra, una práctica muy extendida en países vecinos.
En la situación actual de exceso de oferta, la presión de la distribución "se intensifica y se alienta esta manera de fraude", sin embargo, si se detecta algún defecto de calidad en el aceite de oliva el resultado es únicamente una multa administrativa, normalmente de poco importe, algo que los industriales defraudadores "ya tienen en cuenta" en sus costes de producción.
A ello se le unen, tal y como concluye el informe del Instituto, las practicas "poco ortodoxas" en las ventas en grandes superficies donde el aceite de oliva es la 'commodities' de bajo precio y gancho de otros consumos.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es