Estaba en la playa, repasando la prensa, para escribir este artículo y en la tumbona de al lado había una señora que le decía a otra qué no sabía de qué van a trabajar los niños cuando lleguen a mayores porque los trabajos que conocemos a día de hoy van a desaparecer.
Poco a poco, iba enumerando los trabajos en vías de extinción: “las agencias de viajes” decía, “las agencias de viajes han cerrado, ya sólo quedan El Corte Inglés y Barceló, y ya ...” yo me acordé de la agencia de viajes de la calle Larga, dónde yo compraba los billetes de avión, y había que hacer cola de la cantidad de público que había, pero llegó internet y todos aprendimos a sacar los billetes por la impresora.
“Los bancos, los bancos lo mismo... mi hermano se ha cambiado de entidad, pero eso es pan para hoy y hambre para mañana ..., porque ahora todas las gestiones se hacen online...”
“Las tiendas de ropa ...para comprarse la ropa... todo online y si no te que queda bien, te lo recogen...” “las tiendas de discos, ¿quién compra ahora discos? Los frikis... “
Yo mientras, entrando un poco en depresión con la conversación, seguía repasando la prensa: “Cierra otro negocio histórico... Galsa”.
Mas allá de que la conversación de al lado era un poco penosa para estar disfrutando de la playa, la realidad es que se han producido cambios rotundos en los últimos años que han variado las condiciones de la vida que conocíamos. Como dice el refrán, renovarse o morir, y en algunos casos, la renovación no es ni posible.
Ante estos cambios, en los que la realidad resta puestos de trabajo día a día y que la mayor empresa colocadora de este país es la administración, me pregunto si quienes están llamados a gobernarnos tienen instrumentos reales y soluciones que aportar más allá de las recetas que vienen de las teorías políticas y económicas del siglo pasado. Mientras se encuentran esas soluciones, otros históricos irán cerrando.
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