De pronto, Andalucía recobra el interés de todos los foros de opinión de Madrid. Los diferentes analistas caen ahora en la cuenta de la trascendencia que tiene para la configuración del mapa político nacional. Apenas prestaron atención a lo que ha venido sucediendo a lo largo de esta legislatura. Ni siquiera apenas se fijaron en el severo toque de atención que se dio desde aquí ante el grave problema de los menores inmigrantes no acompañados, por no decir de los diferentes pronunciamientos que se han venido haciendo para evitar concesiones a los separatistas catalanes o sobre la necesidad de abrir, cuanto antes, el proceso negociador para un nuevo sistema de financiación autonómica. Daba la impresión, en fin, que atareados como están en los grandes problemas de Estado, lo que pudiera plantearse desde esta comunidad no merecía cuidado alguno. Lo importante es el gobierno de la nación, su precario equilibrio, su incertidumbre sobre cuándo convocar elecciones, o mejor dicho, cuándo interesa más.
Y es ahí en donde emerge la importancia del territorio andaluz y, sobre todo, ante la posibilidad de hacer coincidir las generales con las andaluzas. Entonces es cuando descubren su esencial protagonismo. Caen en la cuenta no ya en su peso demográfico y político, sino, más bien,en el supuesto beneficio mutuo que se pueda producir con esta doble cita para el PSOE. Claro que la operación tiene sus riesgos. La llamada a las urnas, sea cuando sea, tendrá en el asunto de Cataluña su principal piedra de toque. Y, precisamente, este factor puede resultar mortalmente lesivo para los socialistas andaluces que se verían así contaminados por ese conflicto que seguro va a constituir el principal frente de ataque de sus contrincantes.
Pero, a todo esto, ¿no habíamos quedado en que Andalucía se merece un debate propio diferenciándose así del resto de autonomías de inferior rango estatutario? Se consideraba como un principio ya generalmente asentado en el panorama político andaluz. Sin embargo, parece que nada es definitivo y lo que antes era todo un axioma debidamente establecido, ahora se tambalea ante los legítimos cálculos electorales que unos y otros están obligados a hacer. Se entiende, por tanto, las reticencias de Susana Díaz. Se resiste a dar pista alguna sobre su decisión final pero, eso sí, deja claro su preferencia por un debate en andaluz. Es lo que debe decir. De manual. Pero más pronto que tarde tendrá que desvelar su posición final. Mientras tanto, nos quedamos con el súbito interés, la atención que despierta más allá de Despeñaperros para arriba,la actualidad andaluza. Que sea por mucho tiempo.
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