En román paladino

Los extremos…

Pablo Casado se ha reunido más tiempo con Aznar que con Rajoy

Publicado: 26/07/2018 ·
18:39
· Actualizado: 26/07/2018 · 18:39
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Autor

Rafael Román

Rafael Román es profesor universitario, miembro del PSOE, exconsejero de Cultura y expresidente de la Diputación de Cádiz

En román paladino

El autor aborda en su espacio todos los aspectos de la actualidad política tanto de España, Andalucía y la provincia de Cádiz.

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Puigdemont, al que ya España tenía  olvidado, ha vuelto.  Va a hacerlo hasta la  casa de Waterloo, en Bélgica, donde se estableció tras huir de España. Ahora se mueve entre Berlín y Hamburgo, esperando que sea efectiva la retirada de la fallida  euroorden emitida por el Tribunal Supremo.  No hay miedo a gastos porque no le faltan fuentes de financiación. Sobran   protectores financieros que dan aportaciones por ideología. Además,  desde que concluyó el 155,  fluyen con  más comodidad por  el respaldo político  del gobierno catalán, que lo sigue considerando el verdadero presidente, empezando por el  presidente Torra, que ahora homenajea en su solapa no solo al lazo amarillo sino al mismo Churchill. Quiere trasladar a la opinión pública la determinación del líder inglés frente a los alemanes. ¿Adivinan quiénes son los que tienen el papel  de   los “nuevos alemanes”  del momento para Torra? No es difícil.

Puigdemont, está huido de la justicia española y si entra en el país normalmente sería detenido por rebelión, que es la más importante de las acusaciones de las que tiene que responder ante los tribunales por la orden de detención en el territorio nacional, que sí persiste en vigor. En esa situación, Puigdemont tiene claro que no hay otra alternativa  viable para él que radicalizar la vida política catalana y española. El viejo remedio de “cuanto peor, mejor”.  Como la acusación, mientras no sea retirada, no prescribe hasta dentro de veinte años, poco tiene que perder con ese ejercicio irresponsable. Así que sólo males vendrán desde donde se encuentre. En Waterloo creará un Consejo de la República  y dificultará cualquier arreglo con el Gobierno español. En esa estrategia se enmarca su control del partido catalán y las amenazas de desestabilización del Gobierno.

En el otro extremo la historia es más corta. Pablo Casado se ha reunido más tiempo con Aznar que con Rajoy. Los símbolos son importantes y Casado ya ha apostado por un PP que también vuelve. Como si no hubiera estado gobernado desde 2011 hasta casi anteayer.  Pero vuelve el PP que plantea un programa de los años 80,  la negación de la reforma de la Constitución, la doble vuelta en las elecciones, la ilegalización de los independentistas,  una prima de cincuenta diputados para el partido ganador y el  bloqueo a las cuentas del Gobierno de Sánchez.  Por España y sus balcones.   

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