¿Te atreves con una columna sobre monarquía? Hombre, por favor, me he atrevido hoy con un bocata de anchoas con leche condensada, imagínate!!! Yo soy de aquellos que exigen un referéndum sobre la monarquía, soy de los que desean que el pueblo recupere el poder de decisión, que va mucho más allá que el poder de la sangre, sea del color que sea. La monarquía está anclada en un pasado impuesto que se aleja mucho de la democracia que tanto se presume en España. Por mucho que haya evolucionado, aunque sólo en las formas, en el fondo mantiene la misma esencia, aunque sin campos de batallas. Somos los ciudadanos los que deberíamos decidir el modelo de estado y ser partícipes del destino de nuestros recursos económicos y de quienes deberían representarnos y, seguramente, y a pesar de las controvertidas situaciones por las que pasa en la actualidad la familia Real, saldría victoriosa en un referéndum, hecho que aceptaría por cuestiones democráticas y no hereditarias o de dinastía. Pero mantenernos en una absurda imposición está creando más desavenencias y se empieza a vislumbrar un cierto rechazo que exige valentía y reafirmación, así como el contacto real, directo y simbiótico que debería existir entre un líder y el pueblo.
Como expongo, es cuestión de principios básicos en este supuesto estado de derecho en el que nos encontramos, en el que los matices, y la isocracia, es uno de ellos. Que conste, que bajo ningún concepto entro en juicios de valor sobre Felipe VI, sobradamente preparado a conciencia para asumir el rol que le compete, en el que hemos invertido muchos recursos para que desempeñe su labor, pero, e insisto en esos matices, no desde una decisión consensuada, no desde nuestra elección libre, y eso marcará siempre la diferencia. Es incoherente que nuestra democrática constitución ni siquiera contemple la posibilidad de someter a escrutinio un hecho tan sumamente importante, siendo el sufragio universal el pilar fundamental en el que se sustenta nuestro estado de derecho, en el que todos y cada uno de los españoles puedan expresarse libremente, creándose diferencias por el simple hecho de nacer en una familia concreta, donde la equidad -palabreja que en estos tiempos usamos hasta la saciedad- queda excluida en todas sus acepciones.
Por ende, la isonomía, igualdad ante la ley, pasa desapercibida, permitiendo actos inconcebibles y cuanto menos, reprochables en cualquier mandatario. Apelando a Maquiavelo: “La multitud es más sabía y constante que un príncipe”, siempre.
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