Sindéresis

Las cuatro reformas de Podemos

Aquel mensaje era capaz de animar a los abstencionistas, acoger a los exhaustos votantes de IU y romper al PSOE por la mitad.

Publicado: 22/07/2018 ·
18:55
· Actualizado: 22/07/2018 · 18:58
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

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Dicen que en el principio de los tiempos había un documento llamado «Mover ficha», que es realmente difícil encontrar ahora mismo (que está más escondido que la peli porno de Stallone, vaya) y dicen que ese documento acercaba el espíritu de Podemos a las tesis Anticapitalistas, pero lo cierto es que no tuvo absolutamente ningún impacto mediático y no afectó en nada la primera imagen que daría Podemos al gran electorado.

Es decir, que después de su fundación, podríamos decir que Podemos sufrió una primera reforma, subterránea, y abrazó sin reparos el liderazgo transversal del 99%. Decían todo aquello con lo que seguro que estaríais de acuerdo tú y tu cuñado. Sostenían las cuatro o cinco reclamaciones básicas que hicieron temible para los poderosos el 15M. Dijeron, por sobre todas las cosas, que la crisis era una estafa, que no había separación real de poderes, que la triada banco-político-inmobiliaria se tenía que acabar, que la clase política era una casta y se hacía imprescindible regenerarla tanto en cuestión de transparencia como en las prebendas irracionales de que disfrutaban, y que la austeridad era un suicidio social cuando, muy al contrario, se hacía indispensable renegociar y estudiar la deuda pública, subir los salarios y aportar más a políticas sociales.

No había un cristiano, aunque fuese del PP, que no estuviese de acuerdo en la mayoría de estos puntos, aunque ya teníamos claro que el electorado del PP votaba en bloque con una fidelidad propia de los Stormtroopers. Daba igual. Aquel mensaje era capaz de animar a los abstencionistas, acoger a los exhaustos votantes de IU y romper al PSOE por la mitad. Pasábamos del voto útil a voto útil y urgente; sí, en aquel momento, Podemos era el único que parecía capaz de hacer algo y además ese algo era más necesario que nunca. Regenerar, ordenar, racionalizar, investigar y devolver, desde abajo para los  de abajo.

Entonces hubo una segunda reforma, orgánica, en Vistalegre I, donde se sacrificó el espíritu asambleario y de democracia real por el lema de tomar el cielo por asalto. Como en una puesta en práctica de las tesis de Hobbes o Maquiavelo, los inscritos de Podemos se autoimpusieron ceder gran parte de su libertad y poder de decisión en favor del líder.

Hubo un tremendomovimiento de desgaste de la prensa y del resto de partidos políticos, un intento artificial de ofrecer una alternativa a la corrupción por el lado de la derecha, Ciudadanos, y algunas cagadas espirituales y archivísticas de Podemos que pasaron factura provocando que superar al PSOE y, por tanto, ser la fuerza negociadora con ventaja, se quedase a unos pocos de cientos de miles de votos. Fue una proeza, pero nos pusimos nerviosos. Y entonces ya la cagamos del todo.

Entonces hubo una tercera reforma de Podemos. Voluntariamente dijimos a la gente que ya no éramos el voto útil y urgente, que éramos necesarios, pero no demasiado sin otras fuerzas políticas que, en este caso, aportaban muchos más matices a las cuestiones fundamentales por las que Podemos nació; y ya tú y tu cuñado empezasteis a no estar de acuerdo (observa que no digo que tu cuñado sea de derechas o de izquierdas). Una vez abandonada la transversalidad y agarrándose al inválido ejemplo de los ayuntamientos del cambio (inválido porque Podemos no se presentaba a las municipales), todo se convirtió en negociable en las comunidades autónomas. Al fin y al cabo, el corpus central de Podemos ya había dicho que por sí solo no podía conseguir alcanzar los sueños. Ahora nos preparamos para una cuarta reforma en la que cada comunidad autónoma querrá poder elegir el espectro político, el funcionamiento orgánico y los aliados imprescindibles; declarando que no somos lo que decíamos. A no ser que alguien pise el pedal de freno y recuerde cómo era el Podemos que se iba a comer el mundo y que todavía puede hacerlo.

 

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