La tribuna de Viva Sevilla

Menores y drogas

Francisco Herrera del Pueyo, presidente del Proyecto Hombre, analiza cómo ha evolucionado el problema de la droga en los últimos años.

Hace unos días, coincidiendo con el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, las entidades que trabajamos a favor de la vida de tantas personas que están pasando por situaciones críticas, celebrábamos actos en casi todas las ciudades y aprovechábamos para presentar las Memorias Anuales.

Presentar la Memoria Anual siempre tiene un algo de fiesta. Les contamos a nuestros conciudadanos que, a pesar de la gran cantidad de personas cercanas que lo están pasando mal y han llegado a tocar fondo en sus vidas, a muchos de ellos hemos sido capaces de ayudarles y hemos contribuido, de alguna manera, a que nuestro pequeño mundo sea un poco más habitable.

 Podría parecer un poco fatuo organizar un Acto así para contar lo bien que lo hacemos los de Proyecto Hombre. Lo que queríamos decir es lo bien que lo hacen nuestros chicos cuando se sienten acompañados y alguien les tiende una mano. Lo bien que lo hacen los voluntarios, al compartir su tiempo y sus energías; están dando vida sin saber y llevando a cabo la mejor labor terapéutica. Lo bien que lo hacen particulares, empresas, instituciones aportando recursos sabiendo que una entidad como la nuestra, precisamente por la fuerza imparable del voluntariado, es capaz de multiplicar las acciones dotándolas de calidad y humanidad.

Pero además tenemos algo urgente que decir: la necesidad de lanzar una llamada que tenga un efecto multiplicador a través de la prensa, de las redes sociales, de los medios, tal vez porque, sin grandes alarmismos, asistimos a una realidad que no podemos silenciar. Hace treinta años, cuando empezábamos en Sevilla, las drogas era el mayor motivo de alarma entre los ciudadanos. En todas las encuestas compartía un terrible primer-segundo puesto entre las cosas que inquietaba a la sociedad con el terrorismo de los momentos más duros de su historia. Hoy ni aparece entre lo que más preocupa a los españoles.

¿Qué significa, se ha ido resolviendo el problema? La realidad nos dice lo contrario.  Juega a favor que lo que sí tenemos hoy son redes de recursos especializados, tanto públicos, concertados como privados eficaces y al alcance de todos, pero que haya posibilidad de curación no significa que no se siga multiplicando la enfermedad. Enmascara la realidad el cambio de perfiles de consumo. La epidemia de heroína de los ochenta y noventa nos hacía asistir en primera fila al dolor y la muerte callejera de los adictos. Los actuales usuarios, con la cocaína como sustancia principal, no tienen menor tasa de mortalidad, pero no se ven.

Tenemos motivos para decir que la gravedad del fenómeno no es menor, que no son menores ni el número ni la severidad de las secuelas de los consumos. El abuso de drogas sigue dejando gravísimas marcas en el desarrollo de la vida de las personas, idéntico riesgo de exclusión y con agravantes como el inicio a edades más tempranas. Probablemente esto último, la precocidad en el inicio de consumo, sea lo que más sensibilidad crea en nuestro tiempo.

Ocurre además que los menores que siempre nos sorprenden lo están haciendo también en el mundo de las adicciones. Los efectos de las sustancias, incluso aquellas que un poco frívolamente algunos denominan como “blandas o menos duras”, hacen perder a nuestros jóvenes multitud de posibilidades en la vida. Es frecuente el fracaso escolar y el aislamiento social. Provocan conductas disruptivas y se incrementan las actitudes violentas en el seno de la familia.

Multiplican las situaciones de riesgo por la disminución del control de los propios actos. Nos llegan a sorprender tanto, que ya empezamos a hablar de adiciones sin sustancia, por el efecto de las conductas adictivas a las tics, las redes sociales o el juego patológico. A pesar de la denuncia que hacemos, seguimos celebrando que si las mafias del mal siguen haciendo su juego sucio, cada vez hay una sociedad organizada para dar respuesta, padres concienciados en la educación y entidades como Proyecto Hombre capaces de canalizar voluntades y abrir puertas a la esperanza.

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