La Taberna de los Sabios

Medina Azahara y el secuestro de nuestra historia

Los andaluces cabalgamos sobre la ajenidad de nuestra propia historia. Parece que nunca fuimos nosotros los que aquí habitamos

Publicado: 03/07/2018 ·
22:14
· Actualizado: 03/07/2018 · 22:14
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Medina Azahara, la bellísima ciudad que el todopoderoso califa Abderramán III levantara a las faldas de Sierra Morena, acaba de ser proclamada Patrimonio de la Humanidad. Un justo reconocimiento para una ciudad única que convirtió la piedra en poesía y el poder en álgebra y geometría constructiva. Reconocida su arquitectura, debemos ahora hacer honor a la desconocida historia que encarna, historia ocultada y tergiversada. Sus califas no fueron reyes árabes, como nos contaron, sino monarcas andalusíes o hispanos. No fueron reyes de los árabes, fueron monarcas nuestros. Musulmanes, sí, pero hispanos y andalusíes.

Los andaluces cabalgamos sobre la ajenidad de nuestra propia historia. Parece que nunca fuimos nosotros los que aquí habitamos, sino que siempre lo hicieron los otros: los fenicios, los romanos, los visigodos, los árabes, los castellanos. Así, la mezquita de Córdoba, la Alhambra o Medina Azahara serían monumentos árabes, cuando, en verdad, son monumentos andaluces, andalusíes, si se quiera, hispanos por elevación, pero nunca árabes. Ni fueron árabes quienes lo construyeron ni árabe fue su diseño ni estilo. Fuimos nosotros los que lo erigimos como muestra de un ingenio secular que alcanzó en Al Ándalus unos niveles excelsos. Pero, con crueldad y saña, se decidió erradicar el periodo andalusí de la historia de España, cuando Al Andalus es una parte esencial de ella. Nuestra historia se construye con Al Ándalus, no contra ella. Cuando en nuestras altas instituciones se cuelgan los cuadros de los reyes de Castilla, de León, de Navarra o de Aragón se echa en falta la presencia de los monarcas andaluces, como Abderramán III o Al Hakam II, tan hispanos como los primeros y mucho más poderosos e influyentes durante un prolongado periodo de tiempo.

Ningún monarca hispano anterior alcanzó el poder de Abderramán III, cuyos dominios se extendieron por casi toda la península y por el Magreb hasta llegar a Gao, en Malí, donde se encontró una lápida de mármol de Macael que lo invocaba.Ningún otro monarca hispano volvería a alcanzar su poder hasta quinientos años después, cuando Carlos V accediera al Imperio cedido por sus abuelos los Reyes Católicos. ¿Cómo ocultarlo, entonces? Abderramán III se hizo nombrar califa en 929 para convertirse en el monarca más poderoso de Europa occidental. Henchido de orgullo, pensó que el viejo alcázar en Córdoba se le quedaba pequeño y decidió construirse una nueva ciudad que hiciera honra a su poder. Así nació Medina Azahara, al modo de Versalles, erigida por el rey francés para su mayor gloria. Los cordobeses nunca le perdonarían esa afrenta, y aún hoy perdura un cierto alejamiento emocional, al modo de los celos de “la otra” que cantara Rafael de León.

Abderramán, hijo de vasca cristiana y nieto de navarra, nació en 891, vivió setenta años, reinó cincuenta y sólo conoció catorce días de felicidad, según dejó escrito. Medina Azahara, que nació para perpetuar la gloria de una dinastía, tuvo, sin embargo, al modo de una rosa hermosa, una vida efímera. Nació, floreció y murió en el corto periodo de setenta años. Pese a la exhalación de su existencia, lo allí acontecido fue tannovelesco e intenso, que inspiraría infinidad de obras literarias, leyendas y cuentos. La eternidad que la piedra no consiguió, se la aportó el aliento de su mito.

Medina Azahara albergó la fabulosa biblioteca de Al Hakem II, hijo de Abderramán, que llegó a albergar más de 400.000 volúmenes de todo el orbe conocido. Su débil hijo Hisham II, sostenido por su madre, la vasca Subh, fue secuestrado por el ambicioso Almanzor. Convertido en dictador, construyó su propia ciudad palatina, Medina Alzahira. Medina Azahara se convirtió entonces en una cárcel de oro para el joven califa, con poder simbólico, pero no efectivo. A la muerte de Almanzor comenzaron las terribles guerras civiles cordobesas que destruirían, finalmente, Medina Azahara en 1013.

Medina Azahara cayó en el olvido hasta que comenzara a excavarse lo que se conocía como Córdoba la Vieja. Hoy, es Patrimonio de la Humanidad y muestra gloriosa de una historia que no debemos olvidar, porque se trata de nuestra propia historia que no la de los árabes. Al Ándalus es parte esencial de nuestra historia, que nadie nos la robe.

 

 

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