Notas de un lector

Los nombres del tiempo

En este volumen, el poeta, ensayista y crítico valenciano Francisco Díaz de Castro reúne su obra lírica editada hasta hoy

Publicado: 10/05/2018 ·
11:15
· Actualizado: 10/05/2018 · 11:15
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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En“La intuición del instante”, Gaston Bachelard defendió el concepto del tiempo como un conjunto de momentos únicos e independientes entre sí. Al llevar estas reflexiones al territorio poético, el pensador galo refrendaba la necesidad de temporalizar el acto creativo como una representación del retiro indisoluble y voluntario del escritor. De ahí, que en su citado estudio dejase anotado: “El tiempo es una realidad afianzada en el instante, una soledad de orden sentimental”.

Y, precisamente, desde esa isotópica homogeneidad que abriga la fenomenología de la existencia, se vertebra “Cuestión de tiempo” (Renacimiento. Sevilla, 2017), de Francisco Díaz de Castro.

En este volumen, el poeta, ensayista y crítico valenciano reúne su obra lírica editada hasta hoy -con algunas modificaciones y supresiones- e incluye diez poemas inéditos de un libro futuro,“Verano en Duke y otros poemas”. Junto a éste, “Inclemencias del tiempo” (1993), “El mapa de los años” (1995), “La canción del presente” (1999), “Hasta mañana, mar” (2005) y “Fotografías” (2008) conformantan sugeridor conjunto.

    Al par de estas páginas, el yo reverbera su mudanza interior, la cual empatiza con las imágenes del ayer. El hoy y el mañana se presentan como fronteras donde no cabe ni la ensoñación ni la apariencia, sino la refrendadora determinación de una realidad  perdurable: “Vivir, vivir,/ abierto a las mañanas y a tus ojos,/ conociendo las horas y el vacío/ que el tiempo deposita entre los nombres./ Y un día/ hablar de lo que sepa/ sin temor ni dolor,/ sólo con la paciencia del que entiende/ que el tiempo no regresa/ pero se queda para siempre en uno,/ es decir,/ espuma rezagada entre las rocas,/ unos instantes más”.

 

     Díaz de Castro se apoya en un verso de precisos ritmos y desde su acordada musicalidad responde de manera serena y ética a la universalidad de su acontecer. Hay en su decir una intuición transgresoradel propio concepto  de lo  convencional o arbitrario y que reformula los límites que albergan su duración. Las huellasvitalesle sirven como camino de aprendizaje, como empírica constancia: “Hago míos los días luminosos/ y este empeño/ de ir sembrando de olvidos/ el pasado imperfecto y el futuro imposible”.

Ajeno al artificio, su voz alienta la contemplación de cuanto cada amanecer va poniendo en derredor de su costumbre. Como envés de ese tiempo que se hace valedor de su limitación y su condena, surge el amor, dador de certidumbres y esperanza. En él, el poeta se conforta y halla sólido cobijo: “Hay cosas que espejean en un instante,/ confusas pero ciertas, como este olor a tierra/ que me une a la tarde como un vértigo/ a punto de nacer, y que me pone/ ingrávidas las manos, ingenuo el corazón,/ ignorante la piel, este momento/ en que Almudena ríe, empapada de lluvia”.

     Al cabo, una compilación que ofrece una poesía que inventaría la conciencia, que crea y descubre la metafísica de un poeta que humaniza los escenarios por donde asoma su alma y que realza con la limpidez de su verso la ilimitada semántica de las palabras: “Pero no hay pensamiento,/ ni estoy lejos ni solo ni dormido,/ la mente es un tesoro derruido en la noche/ y unas sobras de gestos y palabras/ parecidas a mí vienen conmigo,/ nómadas, habitadas, furtivas,/ hacia dónde”.

 

 

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