El gobierno marroquí anunció hoy por sorpresa la ruptura diplomática con Irán, un país con el que ha tenido relaciones muy complicadas desde la fundación de la República Islámica en 1979.
En este caso, el detonante ha sido cuando menos inesperado: según el ministro de Exteriores, Naser Burita, su Gobierno tiene pruebas de la implicación del Ejecutivo de Irán, a través de su aliado, el movimiento chií Hizbulá, en el entrenamiento, financiación y armamento del Frente Polisario, que lucha por la independencia del Sáhara Occidental.
Al menos un diplomático adscrito a la Embajada de Irán en Argel ha sido el principal "mediador y facilitador" en la alianza establecida hace ahora dos años entre el movimiento chií libanés Hizbolá y el Polisario.
Burita explicó hoy a los periodistas que viajó esta misma mañana a Teherán a comunicar en persona a su homólogo iraní, Mohamad Yavad Zarif, la ruptura de relaciones tras relatarle las supuestas pruebas de que dispone y "no recibir ninguna respuesta convincente".
Ante ello, Burita cerró la Embajada marroquí en Teherán -reabierta en 2014 tras años sin relaciones-, regresó a Rabat con el titular de la legación y se comunicó con el Encargado de Negocios iraní en Rabat para conminarle a abandonar el país magrebí a la mayor brevedad.
Entre lo que Burita considera "hechos probados" está el viaje de "artificieros e instructores militares" de Hizbulá a Tinduf (sede del Frente Polisario, en territorio argelino) para formar a comandos del Polisario en "tácticas de guerrilla urbana y ataques contra el Reino de Marruecos".
El hecho más reciente y más grave, de este mismo mes, es la entrega de Hizbulá al Polisario de una cantidad indeterminada de misiles rusos de tres tipos: SAM-9, SAM-11 y Strella, siempre según Burita.
Esta "relación probada" de Hizbulá y el Polisario con mediación de Irán data, según Burita, de hace dos años, y se intensificó después de que la policía marroquí detuviera en Casablanca en marzo de 2017 a Mohamed Qassem Tajjedine, libanés y destacado miembro de Hizbulá, dentro de una acción de la Interpol.
La detención de Tajjedine -uno de los grandes financiadores de Hizbulá en África, dijo Burita- había sido solicitada por Estados Unidos, que lo acusaba de blanqueo de dinero y pertenencia a grupo terrorista.
El ministro rechazó en varias ocasiones que la ruptura tenga nada que ver con el contexto sirio ni la situación en Oriente Medio en general, y recalcó que obedece "a intereses estrictamente bilaterales".
De hecho, resaltó que el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Irán en 2014, más el envío de un embajador dos años más tarde, fue mal recibida por algunos aliados claves de Marruecos -probablemente Arabia Saudí y Emiratos, que no mencionó-, pero también aquel movimiento se hizo estrictamente por los intereses de Marruecos.
El Gobierno marroquí se ha alineado con la coalición árabe liderada por Arabia Saudí contra Irán, tanto en el frente sirio como en el yemení -donde Rabat ha llegado a enviar aviones de combate y tropas-, pero en el último rifirrafe diplomático con Catar (país al que los árabes acusan de connivencia con Irán), Rabat ha preferido mantener una postura equidistante.
El ministro Burita rechazó asimismo que la ruptura tenga que ver ni con el pueblo iraní ni con el chiísmo, una rama del islam apenas tolerada en Marruecos pese a contar con seguidores marroquíes que se reúnen en la clandestinidad.
De hecho, Marruecos ya rompió sus relaciones con Irán en 2009, aludiendo veladamente al apoyo de la embajada a los chiíes: "Las acciones de las autoridades diplomáticas iraníes en Marruecos afectan a los fundamentos religiosos del reino y al rito suní que unifica a los marroquíes", dijeron entonces.
Las relaciones estuvieron rotas durante cinco años, y su restablecimiento data solo de 2014, aunque en esta nueva fase solo han durado cuatro años.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es