El extremeño José Garrido, que paseó una oreja cuando se cumplían ya las tres horas de duración, remontó con garra el anodino y tedioso espectáculo que, a pesar de la nobleza de varios toros de El Pilar, estaba siendo la décima corrida de abono de la feria de Abril celebrada este miércoles en Sevilla.
Mucha gente se quedó en la feria, disfrutando por fin del sol y del calor, sin que el cartel de hoy, con escaso nivel para una tarde de farolillos, les disuadiera de abandonar las casetas y tomar el camino del Arenal.
Y casi que acertaron porque el público que cubrió apenas la mitad de los tendidos de la Maestranza se tragó un anodino festejo que, salvo en momentos puntuales, extendió el tedio y el silencio durante tres largas horas de duración.
A pesar de que varios de los toros de la alta y flacona corrida de El Pilar desarrollaron nobleza y fueron yendo a más a pesar de su flojera inicial, no hubo grandes cosas que destacar, especialmente en las actuaciones de Juan Bautista y López Simón.
Los dos primeros espadas del cartel se extendieron en unos trabajos dilatados y compuestos de una fría y mecánica acumulación de muletazos en cadena -más pulcramente el francés, con menos criterio el madrileño-, sin eco de olés ni de palmas, porque estuvieron ayunos del alma y la fibra necesarios para compensar la, a veces sosa pero evidente, nobleza y calidad de sus lotes.
Entre los buenos toros de la corrida, que tuvo una alta media de "potabilidad", uno especialmente se destacó de los demás: ese anovillado tercero que, apenas picado, repitió infatigablemente, y con más recorrido cuanto mejor embarcado, a la muleta de José Garrido.
El torero extremeño puso mucho empeño por sacarle partido, pero también un alto grado de ansiedad y tensión que le llevó a colocarse siempre muy encima de las embestidas, sin dejar el suficiente aire y espacio para que fluyera la buena clase del toro.
Quizá por premiar su voluntad le pidieron, sin mucha fuerza, una oreja que la presidenta se negó a conceder, pero que le daría ya en el sexto, precisamente cuando, con el toro de peor juego -pero no por ello malo- de la corrida Garrido llegó para rescatar la tarde del limbo.
Ese mismo tesón que puso con su primero, solo que ahora con más garra y con mayor limpieza en el trazo, le sirvió para sacar mayor partido de un animal con ganas de rajarse pero al que atacó e hizo tomar la muleta en suficientes ocasiones como para animar y centrar en la arena a unos tendidos más pendientes hasta entonces del vuelo de los vencejos.
FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de El Pilar, 4º y 5º lidiados como sobreros de sendos titulares devueltos por flojos. Corrida de muy dispar presentación en cuanto a alzada, volúmenes y hechuras, pero todos los toros muy sueltos de carnes y sin gran aparato en las cabezas. Salvo el último, sin clase aunque con movilidad, a pesar de sus medidas fuerzas la corrida tuvo gran nobleza y fue a más en el último tercio, con un toro especialmente destacado, el tercero, por su mayor raza y entrega.
Juan Bautista, de carmín e hilo negro: medio sablazo delantero y dos descabellos (silencio); pinchazo y media estocada desprendida (silencio).
López Simón, de berenjena y azabache: pinchazo y estocada desprendida (silencio); estocada corta y descabello (silencio).
José Garrido, de hueso y oro: estocada caída trasera (vuelta al ruedo tras petición de oreja y aviso); estocada (oreja).
Entre las cuadrillas, saludaron en banderillas Yelco Álvarez, Jesús Arruga, Antonio Chacón y Vicente Osuna.
Décima corrida de abono de la feria de Abril, con menos de la mitad del aforo cubierto (unas 5.000 personas), en tarde calurosa.
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