El Loco de la salina

La cola de Murillo

¿Quién iba a decir que aquí en La Isla no iba a pintar nada, cuando tanto destacó pintando vírgenes e inmaculadas?   

Publicado: 09/04/2018 ·
02:16
· Actualizado: 09/04/2018 · 02:16
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Nunca me han gustado las colas. Además, de mi inclinación sexual no tengo por qué dar explicaciones a nadie. Pero ahora me refiero exclusivamente a la cola que se forma todos los días en la oficina que tiene Endesa en la calle Murillo de esta Isla de nuestros pecados que nos va a liquidar llegado el momento. La susodicha oficina, que no destaca precisamente por su amplitud, sino todo lo contrario, abre a las 9 de la mañana y, dentro, dos valientes mujeres afrontan diariamente el sunami que se les viene encima de gente que desde luego no va allí por gusto o porque no tenga nada que hacer.

Mucho antes de las 8 ya comienza a agolparse una enorme multitud de cristianos y ateos que, entre llantos, crujir de dientes y otras historias para no coger el sueño, buscan explicaciones, reclamaciones, quejas, consuelo... Y por la tarde, sin que la siesta disminuya la masiva afluencia, se produce la misma historia pero multiplicada por mil, ya que la noche se echa encima y nadie asegura que mañana no será tarde para reclamar. Que si los bonos sociales, que si por qué me está costando la luz un ojo de la cara, que si no hay derecho, que esto no hay quien lo entienda…

Dice un estudio que han hecho los americanos que pasamos cinco años de nuestra vida guardando colas. Y yo diría que el resto lo pasamos pensando en cómo nos vamos a colar. Cuando veo las que se forman diariamente en Murillo, no solamente me apiado de las mujeres que atienden al personal o de los que se agolpan en las aceras, sino sobre todo de los pobres vecinos que para entrar en sus propias viviendas tienen que pedir permiso a gente ya de por sí cabreada por la espera. Y ¿qué le ocurre al que espera? Pues que desespera. Y yo me pregunto: ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué se reparte allí? ¿Qué será lo que es capaz de congregar a tanta gente todos los días a todas horas? ¿Repartirán algo gratis, que es lo que gusta a rabiar en La Isla? Lo pregunto para ir yo también.

A los locos, que tenemos pocas luces en contraste con las que tiene Endesa, se nos plantean muchos interrogantes. ¿Qué hacemos? ¿Nos ponemos en cola o no nos ponemos en cola? Me puse en cola el otro día y las conversaciones que tuve que escuchar ponían los pelos de punta: ¿A ti cuándo te la cortan? A mí me la cortaron ayer. La cortan sin avisar… Salí de allí corriendo, porque uno es loco pero no kamikaze. Seguramente lo que pasa es que Endesa está impartiendo algún master (toca madera) para que los paisanos aprendan a traducir las facturas que cada mes nos clava en todo lo alto. También puede que Endesa no tenga posibles para alquilar o comprar unas oficinas modernas y despejadas, cosa que por otra parte me extraña dado que los curritos cañaíllas le pagamos la luz a precio de auténtico oro. También es posible que Endesa esté luchando a brazo partido para rebajarnos las facturas y por eso ahorra en oficinas todo lo que puede en beneficio nuestro. Esta última posibilidad es enternecedora, aunque no sé por qué, pero nadie se la cree.  

En fin, que la calle Murillo se está convirtiendo en un lugar poco relajante y muy peligroso. Pasan los coches empujando al personal contra la pared y lo que hacen es cabrear aun más a los que forman esas colas inmensas que desbordan el ancho de las aceras. ¡Pobre Murillo, lo que tiene que ver y callar! ¿Quién iba a decir que aquí en La Isla no iba a pintar nada, cuando tanto destacó pintando vírgenes e inmaculadas?   

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