Patio de monipodio

Seguro contra la tiranía

Os creéis libres. No queréis ver que habéis puesto en marcha una bola de nieve, que gana diámetro y velocidad, y pronto será imparable

Publicado: 08/04/2018 ·
23:00
· Actualizado: 08/04/2018 · 23:00
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Ninguna aseguradora contempla este seguro en sus pólizas. Sólo la gente, el pueblo, la Sociedad, podrá constituirlo. Llueve en un mes todo lo que no ha llovido en un año pero el tiempo “no está cambiando”. Lo mantienen jefes de Estado, miembros de ciertos partidos demasiado comprometidos con los amos del Planeta: la tiranía de este mundo que abandonó el liberalismo hace tanto tiempo como impuso el capitalismo salvaje y depredador. El capitalismo que saca dinero “de debajo de las piedras” y ahora, también, de debajo de las raíces de los árboles, de debajo del hielo. El capitalismo salvaje que deforesta y acaba con la vida primitiva, el que busca petróleo hasta en el Ártico, aunque necesite perforarlo y acelerar el deshielo, incapaces de comprender que las energías limpias son inagotables, y aunque el deshielo acabe con la mayoría de las costas. ¿Qué vais a hacer cuando no podáis ir a ser sobados en vuestras islas paradisíacas, porque no existan? ¿A quién venderéis en una sociedad hambrienta, cuando vuestras hordas hayan destruido los campos, desecado los ríos, aumentado el nivel de los mares y océanos? Vuestras hordas destruyen bosques, disminuyen oxígeno, agrandan el agujero de ozono. Vuestras hordas son físicas: máquinas y hombres para espantar o aniquilar poblados y destruir selvas. Vuestras hordas traen inundaciones, frío, pérdida de cultivos y falta de espacio cultivable. ¿Dónde vais a cultivar, si acabáis con el agua? ¿Qué vais a hacer, cuando la falta de árboles y de oxígeno dificulte la vida animal y humana? No os importa. ¿Tendréis oxígeno artificial en vuestros palacios? ¿Cultivaréis en satélites artificiales? ¿Cómo? ¿Movidos por la energía que estáis agotando?


Creéis que las ramas de los árboles arrancadas por el viento de vuestra prepotencia no serán capaces de hundir el blindaje de vuestros coches.  Y, si alguno os amenazara, os veréis seguros tras el desgraciado guardaespaldas, que se inmolaría para ahorraros el golpe. Creéis que los troncos de los árboles  arrancados por vuestro egoísmo y avaricia no os golpearán nunca, y que las aguas no podrán llegar al nivel de vuestra ceguera egoísta. Pensáis que vuestros chiringuitos son demasiado sólidos para ser destruidos por las inundaciones. Os creéis libres. No queréis ver que habéis puesto en marcha una bola de nieve, que gana diámetro y velocidad, y pronto será imparable.


¿Creéis estar libres? ¿Qué vuestro dinero detendrá la subida de las aguas? No habrá muro de contención capaz, aunque lo construyerais con todos vuestros billetes, monedas y deudas, de las que, por cierto, no os querréis separar y de las que tampoco podréis disfrutar cuando vuestra obra empiece a consumarse. Sí. Creéis que podréis estar libres cuando eso suceda; o que no va a llegar mientras estéis vivos. Porque vuestros hijos os importan tan poco como los nuestros: nada. Ya sucede cuando acumuláis más dinero en vuestras manos, programando un nuevo ciclo económico al que llamáis “crisis”, o demostráis tan inexistente inteligencia real, al negaros  a comprender que se necesita dinero para comprar vuestros productos, que sólo se produce y se percibe con el trabajo que nos negáis.

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