Y terminó. Fin a la Semana Santa de los experimentos. A la Semana Santa de la seguridad y la nueva Madrugá. Adiós a la semana donde el sevillano vuelve a demostrar que todo vale nada cuando las cofradías ponen sus cruces de guías bajo el dintel de sus templos. Es la añoranza la que ya nos acoge en su seno, como en esta salita a la que te invito que pases para recordar que al final siempre impera la misma razón: la vida es una semana. Pero rasca bien las suelas antes de entrar que esos zapatos deben estar llenitos de cera.
Y se fue tal y como vino. En un suspiro de una aún novata primavera. No, reconozco que cada vez me gustan menos las Semanas Santas marceras. Y eso que el tiempo nos dio la tregua necesaria para disfrutar, inesperadamente, del sol durante varios días. Qué verdad esa de que después de la tormenta siempre viene la calma.
Pero hoy quiero charlar contigo de las meras emociones y momentos memorables. Tenemos todo un año. Hoy quiero poner en valor el experimento, para mi gusto, más certero de este año: el Santo Martes. ¿Hecho del revés? Para nada. Al menos no aprecié a ningún nazareno caminando hacia atrás.
Por un día me voy a agarrar al método. Es sencillo. Las cofradías salen para realizar estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral y ocho hermandades, en comunión, han demostrado con creces que qué más dará si entrar por San Miguel o por Palos, si al final la meta es la misma. Si a ello le unes que ya no sólo es que cumpla con los horarios, sino que encima le ganas tiempo al preciado tiempo pues entonces habrá que ir avisando a los nazarenos de la Misión para que vayan formando sus tramos, pero para el Martes Santo. Es lícito, ¿no?
Y adiós a la Santa Campana. Por fin. Que sea el final, o el principio, de un recorrido oficial y no el sambódromo en el que se venía convirtiendo en las últimas décadas. El transitar de las hermandades del martes por este tramo lo corrobora. Además, mira qué es fea la Campana... Y con la calle Sierpes algo habría que hacer, porque ni el espacio es suficiente, ni sus abonados, en algunos casos, se comportan como deben cuando pasan de los nazarenos. Y así fue el final o quién sabe si el principio de una Semana Santa que se ha demostrado así misma que en ningún caso hay que temerle a los cambios.
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