El misterio en torno a la muerte de los seis momificados milenarios de Elefantina, por las heridas de una batalla, una enfermedad o malnutrición, se desvelará con un TAC en el quirófano del Hospital de Asuán que ayudará a reconstruir sus vidas en la época faraónica.
"La columna está hecha polvo" o "¿Qué hace ese premolar ahí?" son algunos de los comentarios que el equipo de antropólogos y arqueólogos de la Universidad de Jaén y de Granada (sur de España) murmuran detrás de tres pantallas mientras las momias pasan por el escáner al otro lado de la habitación.
Observan los restos de diferentes personajes de Elefantina, la que fue frontera meridional del Egipto de los faraones, y que fueron recuperados por la misión española que excava desde hace diez años en la necrópolis de Qubbet el Hawa, a unos 1.000 kilómetros al sur de El Cairo.
En las cajas de madera que las contienen son trasladadas una tras otra, como si de una procesión se tratase, por los trabajadores egipcios de la expedición. Las colocan en el suelo, la extraen cuidadosamente y elevan cada momia envuelta en vendas hasta la camilla para que los responsables procedan a realizar las tomografías computerizadas (TAC).
La primera es de "un militar", tan alto que su análisis no puede abarcar el cuerpo entero y que, según el arqueólogo Alejandro Jiménez, que lidera el proyecto de la Universidad de Jaén, "es un capitán de los marines" que posiblemente muriese por un acto "violento", aunque aún está por ver.
Jiménez, que supervisa cada movimiento entre las dos habitaciones, recuerda a Efe cómo Elefantina era una zona de conflicto por la continua conquista de territorio en Nubia, al sur del país, por lo que la muerte de este militar puede revelar detalles de la batalla, así como la edad que tenía o si simplemente murió de una enfermedad.
Inma Alemán, catedrática de Antropología de la Universidad de Granada y miembro de la expedición, afirma a Efe que había constancia de su "nombre, el ajuar, el ataúd, pero no conocíamos desde el punto de vista físico al individuo", y de ahí radica la importancia de este análisis.
"Ojalá se pudiesen hacer también estudios de ADN. Con eso podríamos trazar las relaciones de parentesco entre unos individuos y otros", asegura la experta.
Amontonados en un pequeño espacio en el que describen minuciosamente cualquier anomalía que observan con un simple zoom con el ratón del ordenador, los españoles de la misión sólo han tenido unas horas por la noche para completar el escaneado y aventurar las primeras impresiones.
En esos minutos determinantes, la egiptóloga Yolanda de la Torre, de Jaén, anota en una libreta la interpretación de las imágenes.
"Salvo la momia del niño, las demás pertenecen a la baja época, entorno al 722 a.C. Esperamos que nos dé bastantes sorpresas. Por lo menos sabemos que nos va a aportar información que va a ser útil. Hay que esperar estas pruebas porque de otra manera no lo podríamos saber", indica a Efe durante una pequeña pausa mientras el reloj marca casi la medianoche.
Una afirmación sobre la que insiste a Efe el catedrático Miguel Botella López, del departamento de Medicina Legal de la Universidad de Granada y que dirige el grupo de antropólogos de la misión: "Ya no se concibe que a una momia se le quite las vendas para su estudio. Este sistema produce imágenes que son mejor que la visión en directo".
Este es el segundo año consecutivo que el equipo multidisciplinar -que cuenta con la financiación de un proyecto I+D+I del Ministerio de Economía y Competitividad- realiza un TAC con el apoyo del Hospital de Asuán y del Ministerio de Antigüedades egipcio, y es la primera misión extranjera que consigue hacerlo en el país.
Hace pocos meses anunciaron un gran hallazgo gracias a este análisis: identificaron los casos más antiguos de cáncer de mama y mieloma múltiple -un tipo de cáncer de la médula ósea- registrados hace unos 4.000 años y que sufrieron, en ambos casos, personas de la clase dirigente.
Pasada la medianoche, el equipo se hace la última foto con las autoridades egipcias que les han acompañado durante el TAC. Poco después, una comitiva de varios vehículos, custodiados por la policía, atraviesa la ciudad de Asuán para trasladar las seis momias al depósito, tras privarles durante unos minutos de su descanso eterno.
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