Artículo Primero

Impunidad e ignominia

Las políticas de inmigración y asilo han alcanzado tal grado de inhumanidad que decir que son gravísimas violaciones de derechos humanos se nos ha quedado corto

Otra tragedia inmensa, sin paliativos, el pasado viernes. 21 cadáveres recogidos cerca de Melilla y no menos de 27 desaparecidos. Casi al mismo tiempo que desaparecían 90 personas en otro naufragio cerca de las costas libias. Es difícil permanecer indiferentes, pero nuestros gobernantes lo consiguen. Para ellos estas muertes no merecieron ni una nota de condolencia. Como tampoco merecieron reacción alguna los muertos congelados por la ola de frío polar en las fronteras de Grecia, Bulgaria o Rumania. Del mismo modo que callan las cancillerías ante las evidencias de que los turcos (con quien la UE firmó hace dos años un acuerdo de devolución ignominioso), están disparando a los refugiados sirios que se acercan a sus fronteras.

Estos dramas ocurrían casi simultáneamente que dos eventos de signos bien opuestos. Por un lado, en Roma el Frontex (la agencia europea encargada del control de las fronteras), lanzaba una nueva operación en el Mediterráneo Central, Themis, cuyo objetivo principal, como ellos mismos indicaban en las explicaciones públicas, era “reforzar la seguridad en la lucha contra la inmigración”. Y, además anula la obligación de trasladar a los inmigrantes recogidos en el mar a puertos seguros de Italia. Es decir, en plata, autorizaba a los barcos de la UE a devolver sobre la marcha a los migrantes rescatados a puertos libios.

Es una nueva versión de las “devoluciones en caliente” que practica España ilegalmente en Ceuta y Melilla. Devolver a Libia precisamente, donde desde hace meses se conoce (y la CNN ayudó a destapar en diciembre) que se subastan como esclavos a inmigrantes subsaharianos y refugiados que intentaban llegar a Europa. Sin que hasta el momento conozcamos ninguna reacción europea o italiana al respecto. Sin duda las políticas europeas de inmigración y asilo han alcanzado tal grado de crueldad y de inhumanidad, que decir que son gravísimas violaciones de derechos humanos se nos queda corto. Tenemos que hablar de un verdadero genocidio de la gente que huye de la pobreza y la guerra. Tendremos que hablar de asesinatos provocados o consentidos.

Pero, al tiempo, también se produce la esperanza que provoca que centenares de personas se movilizaran el sábado pasado en Ceuta para recordar a las 15 personas que perdieron la vida en la frontera de El Tarajal cuando intentaban cruzar a nado entre disparos de goma y botes de humo de la guardia civil. Una marcha “de la dignidad” que pudo realizarse sin las limitaciones que pretendía imponer el Gobierno al derecho a la manifestación. Provoca esperanza, porque al tiempo que los poderosos provocan con sus políticas estas muertes, somos muchas las personas dispuestas a organizarse y activarse para combatir esas políticas asesinas. Así que en Ceuta nos conjuramos para compartir estrategias, para coordinar esfuerzos para luchar por conseguir que de una vez por todas acabe la impunidad y prevalezcan los derechos humanos, también en las fronteras. 

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