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San Blas en la Magdalena

El próximo 3 de febrero es la festividad de San Blas, obispo de Sebaste, del que se dice que salvó a un niño agonizante de morir ahogado por una espina que se..

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El próximo 3 de febrero es la festividad de San Blas, obispo de Sebaste, del que se dice que salvó a un niño agonizante de morir ahogado por una espina que se le clavó en la garganta. Ello daría origen a la popular devoción que a este santo se le tiene como protector ante los males de garganta. Y en nuestra ciudad la devoción parece ser antiquísima, desde la mismísima llegada del  rey y también santo, Fernando III,  a esta urbe, en 1246. Ortega y Sagrista defendía que fueron los religiosos trinitarios los trajeron la devoción a esta urbe, dado que en el convento que fundaron en Jaén, se veneraba una canilla del brazo de San Blas, guardada en  un relicario de plata. El Convento de la Santísima Trinidad se ubicaba en la hoy conocida como calle de la Trinidad, eco de la ligazón histórica de esa vía con la Orden de la Santísima Trinidad. Ese mismo siglo XIII,  como consecuencia de la mencionada devoción trinitaria, se crearía la Cofradía de San Blas y San Juan Degollado, con sede en la iglesia de San Juan y altar propio. En el siglo XIX desaparecerían el Convento de la Santísima Trinidad y la Cofradía de San Blas, si bien la devoción al santo obispo de Sebaste, con su reliquia e imagen, pasarían a la parroquia de Santa María Magdalena. Se sabe que en los días previos al 3 de febrero, en dicha iglesia de la Magdalena, se comenzaría a celebrar una novena a la que acudía gentes de todo Jaén y, según López Pérez, muy posiblemente fue en ese tiempo cuando nacería la costumbre de la venta de rosquillas bendecidas de San Blas, como medida preventiva, y curativa, para los males de garganta. Y ahí sigue la tradición y la creencia popular en el poder milagroso de San Blas ante los problemas de garganta. No les negaré que yo también las tomo cada año. Desde que tengo memoria recuerdo a mi abuela materna comprando las Rosquillas de San Blas en la Magdalena y repartiéndolas entre la familia, en el convencimiento de que nos protegería de los males de garganta. Me encanta esta tradición tan nuestra y tan viva, aún hoy, desde lo más castizo de nuestro Conjunto Histórico.

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