El Jueves

Un cuarto de punto

El panorama si resulta feo en estos momentos va a tender a ponerse más feo aún conforme vayan pasando los años. Sí, es algo que muchos tenemos asumido...

El panorama si resulta feo en estos momentos va a tender a ponerse más feo aún conforme vayan pasando los años. Sí, es algo que muchos tenemos asumido desde hace tiempo, por ello optamos a contratar con una entidad bancaria algo que palie el triste futuro que se nos aproximará a poco que pasen unos años. Toda una vida trabajando para no poder disfrutar, si esto no se arregla, de una tranquilidad futura que nos aleje de los problemas cotidianos. Así es este panorama desolador que se nos aproxima.
 
Lógicamente hablo de las pensiones. Ese producto del que estoy convencido que no quedará para mí cuando llegue el momento. 

A la famosa hucha de las pensiones se le ha metido la mano en numerosas ocasiones. Sí, sé que quizás las coyunturas y circunstancias así lo han requerido, pero… Lo cierto es que nadie me baja de la idea de que mi generación tendrá el triste honor de verle el fondo a la hucha. Una hucha que se me antoja ya más como una lata de sardinas que como un cerdito feliz, que llena su barriga con las aportaciones mensuales de todos los que llevamos teniendo la dicha de no haber dejado nunca de trabajar. Pero mejor no hablemos de cerditos que llenan su barriga, vaya a ser que alguien se confunda de temas y me acuse de hablar de otra cosa. 

Y todo esto me viene porque los pensionistas españoles, esos abueletes que durante los peores años de la crisis han estirado su pensión con hijos y nietos, van a recibir una subida de la misma este año del 0,25%. Dicho en términos más absolutos: que una pensión de 700 euros se verá incrementada en 1,75 euros… ¿Hace falta decir algo más? 

La medida, por solo definirla con un término, es más que vergonzosa. Para eso casi mejor que ni se hubiera aplicado esa subida. Los abuelos de España han tildado esta subida como “una mierda” (con perdón) y no con falta de razón. Es auténticamente de chiste, aunque del humor más negro y macabro que uno pueda imaginar. 

Yo no tengo la solución a esto, ni usted tampoco. Pero sí que usted y yo sabemos dónde meter la tijera. ¿A que usted está pensando, como yo, en esas pensiones vitalicias de diputados, senadores, expresidentes, ministros y demás morralla? 

¿Y a qué usted también se está preguntando, como yo, que por qué no hay un gobierno con el suficiente valor para hacerlo?

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