Sucede en Fitur, o en ferias del estilo, que la distancia, lejos de procurar el olvido, acerca a las personas y, sobre todo, entrelaza objetivos similares, lugares comunes para el desarrollo. Y sucede en citas como esta que lo pequeño y lo grande se confunde y David puede vencer a Goliath. En principio, claro. Ayer fue inaugurada esta feria internacional, la más importante de nuestro país (que se ha convertido en el segundo destino mundial detrás de Francia) si bien es necesario procurar que no se convierta en el único motor de la economía española. Poco a poco es necesario revitalizar otros sectores productivos, inéditos casi desde la crisis. Pero hoy toca turismo y Jaén está presente este año con el décimoquinto aniversario de la declaración de Úbeda y Baeza como Patrimonio Mundial, que no es poco, junto a una oferta cada vez más seria, como el oleoturismo, la cultura íbera, el aceite de oliva virgen extra, etc. Fitur, como otras citas similares, va a propiciar estos días encuentros a cientos de kilómetros que resarzan los desencuentros locales y relaciones en vías de enfriamiento, porque, en definitiva, es un lugar de encuentro, de planificación, un espacio común donde lo que debe importar es Jaén y su futuro.
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