La imagen de España que se dio el domingo con el tema catalán fue lamentable. Obviamente la Generalitat, los independentistas, iban muy por delante de las decisiones del Gobierno español. Todo parecía que la foto que se podía ofrecer a Europa, al mundo en general, era la del catalán de a pie con su sobre en la mano esperando en unas largas colas para entrar a la sala donde se encontraba la urna para votar. Pero esa foto fija ha salido poco o nada. Ha salido la de los disturbios, unos disturbios que podrían haberse evitado con una preparación previa ya que era previsible que los hombres de Trapero iban a hacer nada por evitar la apertura de los llamados colegios electorales. Se podía entender a priori que, al final, tendrían que ser las Fuerzas de Seguridad del Estadio las que tendrían que actuar, pero esa actuación tendría que ser muy ponderada y estudiando siempre la oportunidad de los hechos. El discurso de la Policía catalana es el que se debería haber tenido a la hora de diseñar la estrategia, pero la estrategia falló hasta tal punto que, a nivel internacional, se ha obviado la chapuza del censo universal, se ha olvidado que la gente votaba sin sobres, sin carnet, en urnas puestas en las calles, gente que votaban dos, tres o cuatro veces porque no había control de tipo alguno. De la ilegalidad de la ilegalidad se está hablando, fuera de nuestras fronteras,cero patatero. Se está hablando de los disturbios o de esa estratagema de que el Barcelona jugase a puerta cerrada como si en la calle se estuviese viviendo un auténtico infierno y la seguridad de las noventa mil personas que se iban a cobijar en las gradas del Nou Camp estuviese en peligro. Esa imagen de uno de los clubs más poderosos del mundo también ha dado la vuelta al mundo, como el llanto de Piqué que no entiendo aún como no le han dicho que se vuelva a su casa y no vuelva a vestir más la camiseta de la selección española, por mucho que él juegue por dinero y no por sentimiento. Lo del domingo se podía y se debería haber evitado muchísimo antes, porque el Estado constitucional tiene herramientas para evitarlo, pero llegado el día se tendría haber gestionado de forma muy diferente.
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