Artículo Primero

Externalización

Una palabra ciertamente antipática, con la que mucha gente no está familiarizada.

Una palabra ciertamente antipática, con la que mucha gente no está familiarizada. Y ciertamente debíamos conocerla bien pues a través de ellas se realizan todo tipo de tropelías sobre las personas migrantes. De hecho, se trata una de las piezas clave de las políticas migratorias europeas. Dicho de la forma más sencilla, la externalización es obligar a los países terceros lindantes con Europa -particularmente los del Sur del Mediterráneo- a que se conviertan en gendarmes o policías de las fronteras europeas.

Pues de eso se trata. Las políticas de externalización básicamente consisten en trasladar la gestión de las migraciones y el asilo a países del entorno de la UE. En este caso hacia el Sur, de tal forma que los problemas habitualmente asociados a unas políticas hiperrestrictivas en cuanto a la gestión de los flujos (pateras, saltos de las vallas, naufragios, muertes…), se alejen del foco de la opinión pública europea.

En el lenguaje enrevesado de la UE se dice más fino: “corresponsabilización en el control de los flujos migratorios”, “cooperación reforzada”, “política de vecindaje”... Pero vamos, traducido a un lenguaje entendible se trata de que esos países “tienen” que conseguir “como sea” que no salga ni una patera y sobre todo que no lleguen bajo ningún concepto a nuestras costas.

Y en esos “tienen” y “como sea” se encuentra el corazón de la cuestión, la madre del cordero. “Tienen” porque los fondos de cooperación que reciben (Turquía, Egipto, Libia, Túnez, Argelia, Marruecos, Mauritania…) están supeditados al “buen comportamiento” en el control de la inmigración. Y si no controlan a los inmigrantes no recibirán las ayudas. Increíble: la ayuda al desarrollo que necesitan los pueblos para salir de la miseria y que debería ser incondicional, pues la UE inhumanamente la pone al servicio de su estrategia de control de fronteras.

Y “como sea” porque la UE no va a ser demasiado escrupulosa con las inevitables y crueles violaciones de derechos humanos que se van a producir. Vamos que miraremos hacia otro lado.
El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, ha asegurado hace unos días que la Unión Europea debe llegar a un acuerdo con Libia similar al alcanzado con Turquía en 2016, para lo que según parece tienen prevista la dotación de 6.000 millones de euros destinado a que Libia bloquee el tránsito de las personas que huyen del hambre, de la guerra o la persecución y tratan de llegar a Europa. Una buena muestra de la falta de vergüenza, hipocresía y corazón de carbón de los dirigentes de la UE.

La Libia de Gadafi mantenía acuerdos infamantes con Italia, por el que se mantenían campos de migrantes en pleno desierto en condiciones inhumanas. Y hoy Libia es un estado fallido donde difícilmente el gobierno (los gobiernos) está en condiciones de controlar las fronteras. Hoy en Libia se tortura y persigue a los migrantes subsaharianos que huyen del hambre y la guerra en sus países de origen. Se violan sistemáticamente a las mujeres, se mantiene la esclavitud en trabajos infames, se encierra a la gente en campos de concentración donde sufren todo tipo de maltratos y violaciones de derechos humanos. Si… a las puertas de la democrática Europa -que va a entregar 6000 millones a estos señores medievales- existe un auténtico infierno para las personas migrantes.

Porque, efectivamente, el principal problema de este tipo de políticas de externalización, además de su eficacia más que dudosa, es que se trata de países sin ninguna tradición democrática y con nulo respeto de los derechos humanos que, además ni tienen tradición en la gestión de las migraciones pues siempre fueron países fundamentalmente abiertos, ni tienen los medios y recursos suficientes para desarrollar -dicha gestión de las migraciones- sin cometer tropelías y violencias sin cuento.

Estas tremendas violaciones de la dignidad y la integridad de las personas se reproducen por ejemplo en Argelia, que tiene un tratado firmado con España desde 2002 y que traslada a miles de migrantes al desierto del Sahara y los abandona allí, o los tirotea en la frontera con Marruecos. País este último que no se queda atrás en las deportaciones al desierto, en las razzias y destrucción de campamentos, la tortura, el racismo, el maltrato y la violencia más extrema contra las personas migrantes y refugiadas que huyen de la guerra, la persecución o el hambre.
Pues si… esta es la bendita política de externalización por más que nos quieran liar con palabras que nadie entiende. Pero debemos entenderlas, precisamente para enfrentarlas con más argumentos para acabar con la ignominia.

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