En el seno de Podemos y de Izquierda Unida anidó hace tiempo el convencimiento de que de la mano están llamados a escalar cotas más altas que en solitario. El proceso para escarbar esos cauces comunes arrancó con más reticencias de las previstas en dos formaciones que se disputan el mismo espacio político y que acogen mil sensibilidades en sus entrañas.
El primer experimento, el de la concurrencia en listas comunes en las dos últimas elecciones generales, se saldó con resultados discretos y valoraciones para todos los gustos. Pero visto lo ocurrido en los últimos meses, y más en este último fin de semana, parece que la confluencia ha llegado para quedarse.
Si hay alguien convencido de que el futuro de la izquierda es de la alianza, ése es Antonio Maíllo. El coordinador general de IU en Andalucía ha trabajado en los últimos meses para que aquella primigenia experiencia no se marchitara. Es más, ha abogado siempre por ampliarla a todos los colectivos y asociaciones que sustentan la sociedad civil, a los que han arriado banderas en los peores tramos de la crisis.
Con su aval y con el del coordinador federal, Alberto Garzón, contaba este domingo Ernesto Alba para hacerse con la Secretaría General del Partido Comunista de Andalucía (PCA). Lo logró en una cita histórica porque esta vez concurrían dos listas, la suya y la del diputado por Sevilla Miguel Ángel Bustamante. Al final, 62% de los votos para el primero en el XII Congreso de un partido que por primera vez ha tenido que decantarse.
El resultado no pasará desapercibido. El PCA sigue siendo determinante en Izquierda Unida, coalición que tras el verano se sumergerá también en una asamblea regional en la que someterá a revisión su futuro. La victoria de Alba, afín a las tesis de Maíllo y Garzón, puede adelantar la estrategia de la nueva IU: confluencia sí o sí con Podemos manteniendo su esencia histórica o reiventándose, pero casi seguro de la mano. En ese matrimonio abierto a más participantes IU tiene mucho que aportar, desde su perfil asentado durante décadas y con una imagen reconocible hasta su cotizadísima penetración en el mundo rural, escenario que se le resiste a Podemos por el perfil urbanita y de clase media de su votante tipo.
Lo que tenga que ser se cocinará a la vuelta del verano, pero en el entorno de ambas formaciones hay una coincidencia: es hora de conformar un bloque de izquierdas que le dispute la victoria al PSOE y, por encima de todo, aísle del poder al PP.
Matizaciones
El otro guiño llegó también este domingo desde Córdoba. En IU sentó a mediados de mayo como un tiro el documento interno de Podemos que diseccionaba las posibilidades reales de forjar una confluencia y que en su punto más llamativo invitaba a los de Maíllo a romper con el PSOE en los 29 ayuntamientos en los que comparten gobierno si querían que en las próximas citas en las urnas compartiesen papeleta. Esa condición rebeló al sector de la coalición, minoritario pero ruidoso, que alerta del riesgo de ser devorados por el pez grande de Teresa Rodríguez.
En un gesto nada casual ésta entró ayer en la reunión del Consejo Ciudadano de su partido en Córdoba rebajando aquella exigencia. No se impondrán condiciones a IU, pero a cambio no se consentirá que nadie sea “muleta del PSOE”. Y ahí el mensaje implícito recuerda a los de Maíllo el trago de aquel Gobierno con los socialistas del que tanto reniega Podemos al creerlo antinatura. Rodríguez anima el camino hacia la confluencia porque, adelantó, Podemos será en septiembre “un nuevo sujeto político”. La invitación a IU está hecha.
Cuando apretaba aún el calendario...
La política nacional se enrevesó tanto a principios de año con la andaluza que la izquierda quiso acelerar la confluencia convencida de que habría citas inminentes en las urnas. El escenario era que Susana Díaz ganase las primarias y compaginase Ferraz con San Telmo durante meses para luego adelantar las elecciones. Había que estar preparados, pero nada de aquello ocurrió. Ahora se hablar de agotar legislatura...
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