Acento andaluz

¿Qué soy?

Permítanme la licencia hoy de escribir esta columna en primera persona. Les confieso que estoy a un milímetro de sufrir una profunda crisis de identidad

Permítanme la licencia hoy de escribir esta columna en primera persona. Les confieso que estoy a un milímetro de sufrir una profunda crisis de identidad. No sé si soy rojo, morado, naranja o azul. No sé si soy rojo de los buenos o de los malos, de los auténticos o de los de imitación; de los libres o de los vendidos; de los de siempre o de los nuevos; de los progresistas socialdemócratas o de los de la verdadera izquierda. Sinceramente, en las últimas semanas, me he preguntado qué soy después de escuchar muchas definiciones sobre mí y sobre mi trabajo.

Algunos sanchistas me etiquetan como susanista. Los mismos pedristas que antes me decían que era antisusanista porque era pizarrista. Si cuestiono alguna decisión de Pedro Sánchez o sus adeptos, las redes me regalan una sugerente colección de insultos: lo más suave es que soy estómago agradecido de Susana. Ahora, si afeo alguna conducta de Díaz, los susanistas me acusan de dejarme influenciar por el clan gaditano de Alcalá -peralistas o pizarristas-. Pero algunos pizarristas me acusaban no hace mucho tiempo de ser romanista. Pero, ¿los romanistas no son sanchistas? Romanistas que en su día me dijeron que era cabañista e incluso varguista. La verdad es que estoy hecho un lío.

Pero, claro, no todos los clichés me llegan de la militancia o los nobles socialistas. Para Podemos, soy un sociata, una clase de casta periodística que solo veo radicalidad en la formación morada. Todo lo contrario, alabé no hace mucho tiempo a algunos de sus dirigentes. Los mismos que ahora me acusan de tener prejuicios sobre ellos. Desde IU y PP, me han sugerido en no pocas ocasiones que soy la voz del régimen o del BOJA. Los populares lamentan también que compre mercancía averiada de Cs. Menos mal que todavía Cs no me ha hecho ningún traje, al menos que yo sepa.

En fin, que al final va a tener razón quien me acusa de ejercer el peor periodismo del mundo. Soy una especie de gazpacho ideológico, de veleta de pensamiento y sentimiento que deambula sin rumbo, expuesto siempre a un travestismo mental.

Así las cosas, ante este aluvión de etiquetas sobrevenidas, he decidido que en adelante sólo haré caso a lo sustantivo de mi vida y nunca a los sellos que me peguen. Esto es: soy periodista. Y únicamente saludaré que me llamen andaluz y gaditano, cadista, culé y, por encima de todo, desde hace 3 años y para toda la vida, Manuelista por mi hija. Los demás apriorismos me resbalarán.   

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