Enrique Montiel Sánchez es docente, escritor y periodista. Fue el segundo de los isleños –aunque José Luis Ballester es sevillano pero su vinculación con San Fernando es parte de su identidad- testigo directo de los preparativos de la Exposición Universal Sevilla 1992, la Expo’92.
Montiel tiene una treinta de libros escritos, un premio nacional de Literatura, un premio nacional de Periodismo y una frenética actividad como articulista, conferenciante y persona ligada a todos los movimientos culturales de la provincia y más allá de la provincia.
Desde el Gabinete de Comunicación, como director, vivió esa etapa de mucho trabajo y sacrificio y poco reconocimiento desde la compleja labor de saber más de lo que se puede contar y tener la responsabilidad de ilusionar a la gente ante un acontecimiento en el que pocos creían que sería una realidad.
Las palabras de elogio y de agradecimiento del secretario general de la Oficina del Comisario, José Luis Ballester Almadana, dan fe del trabajo que desarrolló desde su puesto.
“La gente piensa en la Expo’92 terminada, con las largas colas, pero yo llego en 1988 a un edificio donde había un pequeño grupo de ejecutivos, más que ejecutores. Éramos pocos y teníamos por delante un campo y el monasterio de la Cartuja que había que restaurar y rehabilitar”.
Era la Sevilla en la que en la Macarena había que parar en el paso a nivel y dejar pasar al tren que recorría toda la calle Torneo, una frontera artificial que la Expo estaba llamada a eliminar.
“¿Cómo se puede poner a España en órbita? Con una Exposición Universal y con una Olimpiada. El ex presidente Leopoldo Calvo Sotelo fue el encargado de ir a Paris para que nos concedieran la Exposición Universal, porque así España se iba a presentar ante el mundo saliendo de una dictadura de 40 años, ya con una monarquía consolidada, un Gobierno que se había turnado, una oposición amplia… La normalidad de un país normal se quería presentar ante el mundo”.
Montiel considera que era una doble tarea. No sólo que España se presentara ante el mundo, sino que el mundo viniera a España, convencer a cuantos países mejor y lo más curioso y más complicado, convencer a todas las autonomías para que estuvieran presentes.
La mezcla explosiva
Hay un matiz que Enrique Montiel añade a esa incredulidad o desconfianza de la ciudadanía sobre la capacidad de los españoles de llevar a buen puerto una Exposición Universal y unas Olimpiadas. Y es que no se consiguió algo que desde la Oficina del Comisario se persiguió siempre, desligar la Expo de la política.
“Era como desconfianza, no conseguimos sacar la Expo de la política. El mundo de la comunicación en Sevilla, ABC, Diario 16, El País… empezaron a ponerle la lupa a la Expo, a no dejar pasarle ni una, a ser hipercrítico porque la Expo, a medida que se iba haciendo se crea la Sociedad Estatal que es la que tiene como misión construir la Expo, mientras la Oficina del Comisario se limitaba a representar a España. Y meter la política en la Expo fue malo”, dice Montiel. No obstante, “a Sevilla le tocó la Lotería, la Bonoloto… todo, porque llegó el AVE, los puentes, las infraestructuras…”
El escritor isleño mantiene que la Expo dejó una estela de ingratitud en algunas de las personas que se merecían mejor reconocimiento e incluso recuerda que dijo a Manuel Olivencia que no iba a cortar la cinta.
“Le dije vámonos, pero me dijo que tenía un compromiso con el Rey y con el Presidente del Gobierno. Pero hubo un momento en que había una tensión tremenda entre Jacinto Pellón, que era el constructor de la Expo y el comisario que era el que había llevado todas las relaciones junto a Emilio Casinello, embajador y presidente de la Sociedad Estatal”.
Qué ocurrió
¿Se fue Olivencia o lo cesaron? “A don Manuel lo cesaron. Hubo una crisis porque la relación era imposible con Jacinto Pellón y en un momento dato Felipe González lo llamó y le dijo que tenía que cesarlo. Y es que pasaron muchas cosas. Te voy a contar una que fue realmente desagradable para Olivencia. La duquesa de Alba se casó con Jesús Aguirre y éste, junto con un amigo del Rey, Manuel Prado y Colón de Carvajal, querían construir en la orilla del río Guadalquivir y pretendían que don Manuel apoyara ese proyecto empresarial. Don Manuel dijo que no porque no estaba allí para apoyar negocios”.
A nadie se le escapa lo que ocurrió en la Expo y salió a la luz incluso antes de terminar esos seis meses de gloria. Parece que la Exposición Universal marcó también el comienzo de un camino en el que “Juan Guerra iba por la Expo como por su casa” y muchos otros juanes. Algo así como si se hubiera abieto la veda. Eso sí, desmantelada ya la Oficina del Comisario.
No obstante, Montiel es concluyente al decir que salió de allí enriquecido por la experiencia de trabajar y convivir con personas de semejante talla profesional y humana como Manuel Olivencia o José Luis Ballester Almadana, el hombre que lo llevó a la Oficina del Comisario de la Expo.
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