Ami hijo le tienen manía... Expresión frecuente de padres en los entrenamientos o partidos de fútbol base, en el que en los últimos tiempos, los estadios se convierten en batallas campales. El deporte, y más concretamente el fútbol, ha cambiado su objetivo primordial de bienestar y ha pasado a ser un supuesto salvoconducto laboral para las familias, que observan desde las gradas a su pequeño como una inversión a largo plazo. Da la sensación de que los límites no están muy claros y la excesiva permisividad en este contexto está fomentando la agresividad que se transfiere de las butacas al campo o a la inversa. Los modelos de conductas, ‘Los grandes’, tampoco están favoreciendo esta perniciosa actitud que se observa, es más, la competitividad es exaltada a su máximo exponente, alabada por rivales adeptos que necesitan más que un mero resultado. Redes sociales, bares, peñas, etc., generan esa violenta actitud del insulto fácil y chabacano, que se expone y exhibe en todos los formatos mediáticos existentes. Las exigencias de los padres crean una frustración que alimenta esa tensión; ya no sirve jugar el partido, ni meter un gol, los chicos deben ser los mejores, y este hecho genera una ansiedad propensa a lo que vivimos en estos días. Está claro que los valores fundamentales del deporte como la constancia, sacrificio, esfuerzo, divertimento, respeto, etc. ya no importan, no son el medio para lograr lo que se pretende, son palabras vacías que no venden. En el fútbol se valora más tumbar al contrincante: “Dale en la pierna”, como oí a un padre no hace mucho en un partido, que pedir una disculpa por un error: “Eso es de nenazas”. Esperamos que tras estas oleadas de trifulcas pandilleras se marquen normas muy exigentes para aquellos que no respetan los valores que deberían ser prioritarios en el deporte.
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