Vivimos en una época en la que importa bien poco lo que se prometa si el fin es conseguir el objetivo final. Las promesas electorales comienzan a cobrarse las primeras consecuencias del que lo hizo sin tener en cuenta, primero que terminaría gobernando en un rocambolesco pacto y segundo, los que ven, ahora, cómo es imposible de cumplir todas las promesas dadas para dar respuesta a un sin fin de compromisos inviables.
Los que abrieron de par en par un Área, el de Bienestar Social, para paliar y saciar las demandas de unos usuarios que no dudan en recordar las mil y unas ventajas que iban a encontrar cada vez que fueran a llamar a la ventanilla del maná.
La que paga luz, agua, alquiler, etc. La política peligrosa de atraer y de querer encontrar una respuesta rápida y convincente ve cómo ya no da para más, sino para señalar de manera expuesta a sus empleados.
La situación que se está dando es cuanto menos infrahumana ante unos trabajadores que ven cómo los que debieran mirar por los intereses generales y por su mejor funcionamiento, no paran de meter palos a la rueda.
En la denuncia realizada días pasados se habla de violencia física y verbal. Lamentable y denunciable no solo publicamente. Ese es el ambiente con el que respira un departamento desbordado y que sirve de manera ejemplarizante la labor desastroza con la que se pretende cubrir los desmanes partidistas con el dinero público de todos.
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