Susana Díaz ya es candidata oficial a la Secretaría General del PSOE. Casi tres años después de aquel primer amago fallido y sacudiéndose meses y meses de regateo a la postulación, la presidenta andaluza está desde este domingo, ahora sí, en la línea de salida definitiva para disputar en mayo el poder del socialismo nacional a Pedro Sánchez y Patxi López. Eran poco más de las 13:20 cuando, ante un atril coloreado de rojo con el lema “100x100PSOE”, deslizó en Madrid el “tengo el orgullo y el honor de anunciar...” que aguardaban los 7.000 militantes que se habían agolpado en el Pabellón 1 de Ifema. Cumplía así el guión previsto: baño de masas que obligó incluso a habilitar un segundo pabellón con otros 2.000 simpatizantes y golpe psicológico a sus dos oponentes por la nómina de incondicionales presentes, de Felipe González a Rodríguez Zapatero y Pérez Rubalcaba, de Alfonso Guerra a José Bono y Carme Chacón. Alcaldes, diputados, presidentes autonómicos y afiliados de a pie. Elena Valenciano, Cripiá Ciscar, exministros, el expresidente de la Junta Rodríguez de la Borbolla... Veteranos y noveles, incluso enemigos de antaño sentados ahora de corrido y remando a favor de la causa común de quien creen que está llamada a “coser el partido”.
Díaz está ya en campaña con un reconocido objetivo: tomar las riendas de Ferraz para devolver al PSOE a sus esencias. Por ahí caminó buena parte de su intervención, una hora de monólogo sin un folio por delante. Si recibe el apoyo mayoritario en las primarias, se comprometa a liderar un “proyecto colectivo” socialista guiado por la “justicia social” que debe desembocar en la reconquista de la Moncloa. “Os pido que me ayudéis para dar al socialismo pasión y emoción”, para “volver a gobernar desde la victoria”, proclamó convencida.
Eso son de momento palabras mayores que ni siquiera se otean en el horizonte porque antes Díaz tendrá que imponerse en las primarias. Consciente de que la batalla será dura y de la fractura interna que se avecina sea cual sea el resultado, reclamó a sus incondicionales alejarse de la confrontación y “hablar bien de todos los compañeros”. La referencia implícita a Pedro Sánchez comenzaba a aflorar. Sin nombrarlo, a él le reclamó también “fortalecer la fraternidad entre compañeros” y, sobre todo, que el proceso que desembocará en las urnas en mayo no se convierta “en una carrera de halagos y marketing”. “No voy a pedir el voto de la nostalgia ni del rencor” porque no pretende “el poder a cualquier precio”, adelantó como réplica a los ataques sanchistas. Frente a esa tentación, recorrerá “todas las agrupaciones, una a una”, en busca de apoyos.
El partido “no se entrega”
La hoja de ruta de Díaz está clara: el experimento de Sánchez en su aproximación a Podemos no tiene futuro, o al menos no para ella. Midiendo cada palabra recomendó a su ahora gran oponente que no se deje seducir por Pablo Iglesias porque “más allá de la izquierda del PSOE no hay una izquierda transformadora”. Era el anticipo de la frase que resume toda su estrategia de futuro: “El PSOE seguirá siendo un partido autónomo, porque una cosa es pactar y otra cosa es entregarse a otros”. Recogió con ella una ovación porque el auditorio sabía a qué se refería: el futuro del socialismo es alejarse del PP porque la abstención a Rajoy no implica seguidismo, pero también es negar el abrazo a Podemos que sugiere Sánchez porque acabaría fagocitando el legado centenariao de un partido histórico.
A partir de ahí, el discurso desgranó su proyecto de España, que defiende a ultranza las conquistas del Estado del Bienestar y reclama la vía federal y de la igualdad en el debate territorial. “A ganar por el PSOE, por España, pero sobre todo por los ciudadanos”, gritó en su despedida.
Guiños a todos: jóvenes, Cataluña, veteranos... y Madina
Susana Díaz ha deshojado durante tantos meses la margarita que tuvo tiempo más que suficiente para madurar un discurso con guiños a diestro y siniestro. Todo estaba atado y bien atado, sin escamotear alabanzas. El primero gesto fue hacia la nueva hornada de socialistas, cediendo la primera palabra a Estela Goicoechea, miembro de Juventudes Socialistas y uno de los valores al alza en el partido. Luego la presidenta andaluza se encargaría de espolear al sector menos longevo con duros ataques a la política laboral del PP, que ha sumido “a la generación mejor preparada” en la “temporalidad”, los “sueldos indecentes” y las “jornadas infames”.
Había una segunda mano tendida que tenía al otro lado al PSC. Los socialista catalanes, decantados claramente del lado de Pedro Sánchez, tienen una herida pendiente de cicatrizar con Ferraz. Díaz lo sabe y colocó como segundo orador a Antoni Balmon, alcalde de Cornellá. Fue él quien proclamó que “PSC es PSOE y PSOE es PSC, porque es nuestra historia ”. Será allí donde se libre buena parte de las primarias.
El tercer foco alumbraba claramente al pasado. Díaz reivindicó el legado de cada una de las antiguas glorias, desde Matilde Fernández, primera ministra con el PSOE, a las conquistas sociales de los expresidentes y el resto de la vieja guardia. Quien llegó a emocionarse fue Eduardo Madina, que proclamó que “Susana y yo estamos juntos” antes de que ésta le elevase al rango máximo de “amigo”. En 2014 ella maquinó para frustrar su ascenso como secretario general y aupar a Sánchez con los decisivos votos de la federación andaluza. Ahora Sánchez es el gran enemigo y Madina el nuevo aliado... Paradojas.
El aval del "clan de los fontaneros"
Candidata sin artificios ni aditivos. Es el perfil que se esforzó en dibujar de sí misma la que podría ser la primera lideresa socialista “en 140 años”. Se presentó como “una andaluza” que lo lleva “a gala”, quizás para contestar a quien desde sus propias filas se ha mofado de su acento. “De familia humilde, muy obrera”, que vive “en la casa de siempre”, y de la “casta de los fontaneros”, la profesión de su padre, presente en el acto.
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