Al cantar flamenco, su alma se estremece de dolor, pero también goza de alegría. Para ella, el flamenco es fuego y pasión, un duende que nace de su corazón. Así es Carmen Gersol (Jaén, 1964), una de las cantaoras flamencas más aplaudidas en la ciudad, una mujer que ha vivido del flamenco por vocación, pero que casi sin querer se profesionalizó y hoy es una imprescindible en festivales y en la Semana Santa jienense, como cantaora de saeta.
Tenía seis años cuando su padre, el cantaor José Gersol ‘Niño de Cabra’, tuvo que trasladarse por trabajo a Cataluña y ella marchó con su familia, comenzando a cantar por las peñas flamencas de una región en la que vivió hasta los 24 años. “Mis padres me inculcaron el amor por Jaén. Siempre quise volver”, reconoce. Su escuela fue su casa, donde escuchaba cantar a su padre, un purista del flamenco.
“Siempre he vivido con el flamenco. Era mi mundo”, dice quien empezó cantando tangos y tientos con su hermana. En Cataluña cultivó con su familia el flamenco en sus tres vertientes: cante, baile y guitarra. Tuvo la oportunidad de compartir cartel y escenario con grandes del flamenco como Miguel Vargas, Carmen Linares, Chano Lobato y José Meneses. También con la desaparecida Rosario López, una de las cantaoras jienenses que más la apoyó cuando comenzó a cantar en la capital jienense. De ella ‘heredó’ el pregón de los villancicos flamencos. Regresó a Jaén en los ochenta y ya no se marchó.
La Peña Flamenca volvió a ser su punto de encuentro, como cuando se reunía con su familia para cantar durante las vacaciones. Allí conoció al cantaor Pepe Polluelas, que más tarde dio nombre al festival flamenco de la Feria de San Lucas, en cuyo cartel figura el nombre de Gersol. Ha sido reconocida por grandes críticos. Entre otros, por el presidente de la Peña Flamenca de Jaén, Rafael Valera. “La Peña Flamenca ha sido mi altavoz, mi escenario”, agradece.
Esta cantaora de flamenco puro, de cante jondo, con voz potente y rica en matices, se entrega en cuerpo y alma en cada actuación. “Me gusta dignificar el flamenco”, reconce. Siente pasión por el cante por soleá. “Me expreso con el flamenco. La soleá me hace sentir muchas sensaciones. El toque por soleá es una maravilla”, dice una cantaora de cuyos ojos brotan lágrimas sobre el escenario. Al nacer su primer hijo se retiró y su voz dejó de sonar públicamente trece años.
En 2005 decidió retomar el cante y volvió a componer y a organizar citas culturales flamencas. La primera misa flamenca de la Catedral la hizo ella para apoyar la candidatura del templo a Patrimonio de la Humanidad. Confirma que Jaén no es una ciudad flamenca. “Somos pocos y dedicarse a esto no es fácil”, dice, reconociendo que el público “escucha, respeta, aplaude y se emociona con el arte del cante flamenco”.
Jaén la ha tratado bien y siempre apoyará la vida cultural de la capital. “Si me piden colaboración, no lo dudo. Lo hago por vocación”, reconoce. Carmen Gersol espera la Semana Santa. Sonarán sus saetas por seguiriya, martinete y toná, muy complicadas. De su puño y letra ha escrito saetas dedicadas a imágenes como El Abuelo, a quien en los últimos tres años ha cantado a su salida del Camarín.
Este 2017 participará en el itinerario saetero organizado por la Cofradía. “Cantar saeta emociona. Cierro los ojos y siento la letra”, dice una cantaora reconocida en el balcón de la Peña Flamenca y que no recuerda la letra si no la canta.
El 28 de marzo actúa en La Económica con el recital ‘Homenaje del flamenco a Lorca’, con José Rojo y Laura González a la guitarra. Tangos, tanguillos, bulerías, milongas y sones de peteneras con letras de Lorca, un espectáculo propio. Y es que Carmen Gersol no deja de crear y componer para proponer flamenco en mayúsculas en su ciudad. “Sólo quiero disfrutar todo lo que pueda del cante flamenco”, termina.
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