Jaén

“El teatro ha sido mi veneno y la UPM mi metadona”

Juan del Arco siempre ha hecho teatro por placer, emocionando a un público que lo reclama por su don en el escenario, por crear personajes, reinventar otros y..

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  • Juan del Arco. -

Es uno de los mejores actores que ha dado Jaén, un hombre que siempre ha hecho teatro por placer y para hallar brotes de libertad, con una voz que emociona y una imagen reconocible.  Juan del Arco (Jaén, 1960) es hoy el coordinador del área de creatividad de la Universidad Popular Municipal, una institución a la que llegó a mitad de la década de los ochenta, en pleno esplendor cultural y que le ha permitido estar en contacto con el engranaje de la creación.

“Era un proyecto fascinante. Estaba todo por hacer.   La UPM es ahora el reflejo de la sociedad. Esta pasividad social y cultural me coge hace veinte años y me pego un tiro”, dice. Reconoce que su trabajo en la UPM le ha hecho muy feliz. Ha sido su “metadona”, después de años dedicados al teatro, su “veneno”.

Nació en el teatro Asuán y desde los camerinos observaba a los actores de las grandes compañías. “Los envidiaba y sabía que de mayor quería ser como ellos”, recuerda un hombre que de niño fue introvertido e incapaz de vivir su vida. Se dio cuenta de que con el teatro viviría la vida de otros y este licenciado en Historia Contemporánea comenzó con la interpretación en el colegio. Siendo universitario creó su propia compañía, ‘La Avutarda’.

Era la época del teatro como denuncia, pero ellos lo utilizaron como instrumento artístico, reinventando textos de Lorca, Sófocles o Samuel Beckett. De éste último ha hecho durante 23 años la obra ‘Los días felices’. “Cuando la hice tenía el dolor del personaje femenino, pero no la edad. Ha marcado mi vida. Lo he disfrutado y lo he odiado”, apunta . Ahora que tiene la edad de Winnie va a volver a interpretarla, para experimentar. Inolvidables son también su  ‘Poeta en Nueva York’ (García Lorca); ‘Las Criadas’, de Jean Genet; y ‘Calígula’, de Albert Camus.

Para Juan del Arco, la mayor satisfacción del teatro es la “sensación de poder”. Necesita la “gran mentira del teatro, el momento creativo”, pero reconoce que  “sólo de vez en cuando” precisa al público. “Cuando vuelves al teatro, el poder se produce en el silencio, que se vuelve ruidoso cuando escuchas tu respiración”, confiesa quien necesita ese pálpito para vivir.

Llena siempre.  “Son llenos de afecto, de gente que te ama”, dice con modestia un hombre al que le reprochan su vida solitaria. “Sé que la gente me quiere más que lo que yo les quiero. En eso soy muy injusto”, reflexiona. Se basta de su soledad para crear, encerrado en su estudio o como habitante de la plaza de Santa María, y lo hace a diario,  aunque sea un poema. “Me emociono como si fuera un auditorio”, dice.

Apostó por Jaén y, entre otros, dijo no a Juan Antonio Bardem con  la serie ‘Lorca, muerte de un poeta’. “Me interesó vivir mi historia de amor, que me ha durado toda la vida. Esta ciudad  ha llegado a indigestarme, es  poco agradecida. Como Saturno, acaba devorando a sus hijos”, sentencia.

Incapaz de hacer caso a Bertolt Brecht y salir todos los días con la máscara a vender mentiras, Juan del Arco nunca demostró habilidad para promocionarse. Hombre leal, siempre ha fomentado el trabajo de otros.  Nunca le ha interesado el aspecto competitivo del teatro y del que se hace hoy, prefiere no verlo porque sufre. Después de vivir la época de esplendor,  “el retroceso ha sido bestial”, espeta.

La dirección teatral  le ha reportado un perfil más completo de lo que quería expresar, pero como director no siempre ha encontrado gente con la que trabajar. “Conseguía una gran interpretación de alguien, pero no llegaba a su alma porque sus intereses eran otros”, recuerda.

El piropo más bonito que le han dicho ha sido ‘estoy cansada de que me hagas llorar’, tras el estreno de ‘Solo en la sala’, su último trabajo. Nunca más lo repitió.

A Juan del Arco le ha dolido mucho la vida y ahora empieza a verle el brillo. “Me ha costado muchos personajes, teatros y representaciones sin que me pagaran”, reconoce quien ahora vive su propia vida, desde la calma.  “Como decía Fernán Gómez la felicidad es la ausencia de necesidad”, termina, quien pronto volverá a llenar.

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