El presidente ruso, Vladímir Putin, se ha convertido en el nuevo árbitro del polvorín de Oriente Medio, en gran medida gracias a su exitosa intervención militar en Siria, pero también por el vacío de poder y la inacción de EEUU.
Esta semana el jefe del Kremlin recibió, por ese orden, al primer ministro israelí, Benjamin Nentayahu, y al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y pronto hará lo mismo con el líder iraní, Hasán Rohaní.
En una demostración de la creciente influencia de Putin en los asuntos de Oriente Medio, cada uno llegó con una lista de peticiones, que en caso de ser satisfechas pueden alterar el equilibrio de fuerzas en la región.
Netanyahu dejó bien claro que, mientras la suerte del líder sirio, Bachar al Asad, le es indiferente, no aceptará en ningún caso que Irán permanezca en el país árabe tras el arreglo del conflicto, más aún con presencia militar.
Israel puede hacer frente a la amenaza potencial de Irán, cuyos dirigentes han prometido borrar al Estado hebreo de la faz de la tierra, pero tendría más dificultades para repeler un ataque si Teherán cuenta con una base naval en el Mediterráneo.
"Por supuesto, no nos gustaría que el Islam radical, el terrorismo suní, sea sustituido por el terrorismo islámico y radical chiíta encabezado por Irán", dijo.
Netanyahu no quiere que Siria se convierta en un segundo Líbano con Hizbulá como brazo armado de Teherán y también advirtió a Putin que no aceptará que los Altos del Golán se conviertan en moneda de cambio en unas hipotéticas negociaciones de paz en Siria.
La presencia de radares, baterías antimisiles y la flotilla rusa en el Mediterráneo ya ha cambiado el balance de fuerzas en la zona y ha reducido tanto la supremacía regional como limitado la libertad de acción del Ejército israelí.
El Kremlin siempre ha intentado mantener buenas relaciones con Israel, donde residen un millón de rusoparlantes, y, de hecho, en ocasiones ha dejado de suministrar armamento pesado a Siria e Irán para no irritar a Tel Aviv, que en su momento tachó de "puñalada en la espalda" la entrega a Teherán de baterías antiaéreas Tor.
El problema es que Putin está más que interesado en estrechar la cooperación con Irán, país que también apoya abiertamente al régimen de Al Asad, en cuyas filas gubernamentales combaten efectivos iraníes y las milicias de Hizbulá.
Irán es junto a Rusia y Turquía garante del cumplimiento del alto el fuego en Siria en vigor desde diciembre y Putin considera su implicación un factor crucial para derrotar al terrorismo yihadista.
Además, Rusia quiere aprovechar el levantamiento de las sanciones occidentales por el programa nuclear iraní para incrementar el comercio y acceder al suculento mercado iraní, ahora que Teherán ingresará mucho dinero por las exportaciones de petróleo.
Occidente -Boeing y Airbus- se le ha adelantado en materia de aviación civil, pero Moscú espera suscribir acuerdos por valor de varios miles de millones de dólares, asunto que Putin a buen seguro abordará en breve con Rohaní.
Además del arreglo del conflicto en Siria, la lucha antiterrorista y el restablecimiento de las relaciones comerciales, algo en lo que están interesados tanto Putin como Erdogan, el líder turco tenía esta semana otro as en la manga.
Erdogan quiere que Rusia cese toda cooperación con los kurdos sirios, que han proclamado su intención de crear una autonomía en el norte de Siria, algo a lo que se opone terminantemente Ankara y que motivó la operación Escudo de Éufrates.
De poco vale que Moscú insista hasta la saciedad que únicamente suministra armamento a los kurdos iraquíes, ya que los kurdos sirios abrieron el pasado año una embajada en Moscú, cuando Turquía considera al Partido de la Unión Democrática una organización terrorista.
A mediados de febrero, aprovechando una conferencia de partidos kurdos en Moscú, estos se dirigieron a Rusia con la petición de que apoye la transformación de Siria en un Estado federal, lo que incluiría al Kurdistán sirio.
Moscú no ha respondido a esa petición, al menos públicamente, pero sí medió cuando estallaron los combates entre las milicias kurdas y el ejército sirio en el noreste del país, recordándoles que "el terrorismo es el enemigo de los sirios".
Y ha insistido en la importancia de que los kurdos, que han combatido ferozmente al Estado Islámico, sean invitados a las negociaciones de paz de Ginebra.
En relación al conflicto palestino-israelí, Putin ha abogado por celebrar cuanto antes negociaciones directas entre Netanyahu y el líder palestino, Mahmud Abás, y propuso como sede Moscú, pero los israelíes aún no han dado su brazo a torcer.
En un intento de calmar los ánimos por su anuncio de trasladar la embajada de EEUU a Jerusalén, el presidente estadounidense, Donald Trump, invitó el viernes a Abás a visitar la Casa Blanca, pero Putin parece haberle tomado la delantera en Oriente Medio, al menos, de momento.
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