Sevilla

El Tranvía de la Puerta Real

Un tranvía que paraba puerta a puerta, para recoger a los viajeros, a los que conductores y cobradores conocían por sus nombres y apellidos…

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Un tranvía que paraba puerta a puerta, para recoger a los viajeros, a los que conductores y cobradores conocían por sus nombres y apellidos… No ha pasado tanto tiempo y aún viven personas que usaron el tranvía de la Puerta Real, un elemento clave en la vida de costumbres sevillana.

Los tranvías de Sevilla tuvieron ecos muy numerosos en la hemerografía de la primera mitad del siglo XX, por múltiples causas vinculadas al propio servicio de transporte, siempre polémico, pero sobre todo, por su protagonismo sociopolítico. Huelgas y manifestaciones, tan frecuentes durante el Trienio Bolchevique, la II República y el Frente Popular, terminaban casi siempre con tranvías volcados, asaltados, descarrilados, incendiados, o conducidos por agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Los días de conflictos sociales, los viajeros se arriesgaban a amenazas de bombas, pedreas y tiroteos.

Sobre los tranvías en su primera etapa sólo conocemos dos libros publicados, y el propósito de editar otro desde hace años. La crónica periodística y costumbrista la escribió Emilio Jiménez Díaz en 1979,  titulada Sevilla y sus tranvías, en edición del propio autor. Una obra deliciosa y valiosa, no sólo por ser la única hasta ahora, sino por haber recuperado el autor lo fundamental del historial tranviario en todos sus aspectos básicos. Además, acompaña el texto de una colección muy curiosa de fotografías y dibujos. En 1988 se publicó el libro titulado Cien años de transporte en Sevilla, editado por Tussam y escrito por un equipo integrado por Vicente Haya Segovia, Juan Pantión Rodríguez, María Teresa de los Santos Ramírez, Fernando Haya Prats y Manuel Agudelo Junguito. Esta obra de documentación ofrece el historial completo del servicio de tranvías de Sevilla, con sus antecedentes de finales del siglo XIX y desarrollo durante la primera mitad del XX.

Mediados los años cuarenta y a finales de los cincuenta, el periodista Gil Gómez Bajuelo publicó sendos artículos sobre el popularmente conocido como “tranvía de la Puerta Real”, que consagraron sus valores como símbolo máximo del costumbrismo tranviario. Aquel tranvía era el más lento de la ciudad, y sus coches, los más antiguos y desvencijados, así como el conductor y cobrador estaban entre los veteranos de la Compañía. Pero era el tranvía familiar por excelencia, donde la infancia de los barrios del Museo y de San Vicente iba con sus tatas a los Jardines de Cristina y el Parque de María Luisa. El conductor paraba el tranvía delante de los domicilios de los niños, y el cobrador se hacía cargo de ellos como guardián infantil. Conductor y cobrador conocían por sus nombres y apellidos a los viajeros, e igualmente paraban delante de sus casas para recogerlos o bajarlos. O sea, un servicio tranviario único, imposible de imitar en otras líneas ciudadanas.

Esta era la ciudad del primer medio siglo XX…

El coleccionista Alberto Vázquez Pousá nos facilitó a principios de los años ochenta de la pasada centuria la curiosa tarjeta publicitaria que reproducimos editada por Ceregumil, un alimento vegetariano muy conocido durante la primera mitad del siglo XX, como guía de las líneas de tranvías de finales de los años veinte. Tanto el número como los rótulos de las líneas eran rotatorios, para conocer la oferta de transporte tranviario. La línea número 9 dejó de funcionar mediado los años treinta, quedando únicamente la número 8.

Hasta finales de los años treinta hubo dos líneas en la llamada “pequeña circunvalación”, las números 8 y 9, que ofrecían el trayecto a la inversa y sólo utilizaban un coche motor sin jardinera. En los años cuarenta el popular tranvía de la Puerta Real iniciaba su periplo en la plaza Nueva, para continuar por Alfonso XII, plaza del Museo, Puerta Real, Marqués de Paradas, Reyes Católicos, Paseo de Cristóbal Colón, Puerta de Jerez y regreso hacia la plaza Nueva por las avenidas de Queipo de Llano y de José Antonio Primo de Rivera.

El tranvía de la Puerta Real, como era popularmente llamado por los sevillanos, no cuenta con iconografía fotográfica conocida, aunque por fortuna existen dibujos que reflejan el costumbrismo tranviario. Vicente Flores,  conocido pintor trianero, recogió en la “Hoja del Lunes” de los años cincuenta esta serie de dibujos que reproducimos, donde en primer lugar se observa la huida de un ladronzuelo, un carterista; luego sigue una imagen muy familiar por entonces, como era poner los pies sobre el asiento de enfrente. Por último, la chiquillería y sus tatas, principales viajeros de la línea número 8, que iban a pasar la jornada a los Jardines de Cristina y al Parque de María Luisa.

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