2016 comenzó para el movimiento feminista en este país con la fuerza que nos dio el encuentro en la Marcha Estatal contra las Violencias Machistas el 7N de 2015. Salimos a las calles de la capital cientos de miles de personas llegadas de todos los puntos de España a pedir que la violencia machista fuera convertida en una cuestión de Estado.
La Nochevieja nos vino conmocionada por los terribles sucesos de Colonia y otras ciudades alemanas, donde decenas de mujeres fueron agredidas sexualmente por un millar de hombres.
Porque para el feminismo las fronteras no existen, y quizá por esta misma razón fuimos rápidamente acusadas de callar, mientras los medios de comunicación ponían el grito en el cielo ante estas agresiones destacando fundamentalmente el hecho de que los responsables de tal aberración habían sido un millar de inmigrantes varones árabes y norteafricanos. ‘Purplewashing’, o lavado púrpura, fue el término que muy acertadamente utilizó Brigitte Vasallo en su artículo “Vienen a violar a nuestras mujeres” el 8 de enero. Fue una curiosa forma más de acusación, cuando lo que ocurría en realidad era que el movimiento feminista no utilizó los lamentables hechos para poner el foco en la procedencia de los agresores (inmigrantes, refugiados) porque lo que lo que importa no es eso, sino hacer visible una realidad que por costumbre obvian: el hecho de que se está agrediendo a mujeres.
Después de esto, el 2016 ha estado cargado de este tipo concreto de violencia contra las mujeres: la violencia sexual. Tanto, que en octubre el caso de Lucía Pérez, una adolescente torturada brutalmente y asesinada en Mar del Plata fue la gota que colmó el vaso de nuestras hermanas argentinas, que convocaron un Paro Nacional de Mujeres al que se unieron Chile, Bolivia, México, Perú, Guatemala, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Costa Rica, El Salvador. Ocho localidades de Estados Unidos, tres de España y una en Francia celebraron manifestaciones, y hubo numerosas muestras de apoyo donde no llegaron a convocarse.
Nuestro caso particular nacional había ocurrido antes, en el verano, con los Sanfermines. Un espeluznante caso de agresión sexual múltiple que a día de hoy continúa en proceso judicial y que saltó a los medios de una manera que, en algunos casos, constituía en sí misma una nueva agresión a la misma víctima. Algunas cadenas de televisión han llegado a humillar de nuevo a esta mujer descargando en ella el peso del delito de sus agresores, o hasta contemplando la posibilidad de que ella podría ser la culpable.
Este caso destapó un delito anterior cometido por el mismo grupo agresor en la provincia de Córdoba, en Pozoblanco, cuyo tratamiento por algunos medios ha sido otra salvajada en la que reconocemos un delito contra el derecho al honor y a la propia imagen que viola la Constitución en su artículo 18.1, la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, sobre Protección Civil del Derecho al Honor y el art. 197.7 del Código Penal. ¿Alguien ha hecho algo? Creo que no.
En el municipio de Córdoba tampoco hemos podido caminar tranquilas y asistíamos atónitas a final de octubre a los resultados del juicio rápido del caso de Marta y Elena, dos chicas jóvenes que fueron agredidas sexualmente en el centro de la ciudad, y tras el juicio solo hubo multas por lesiones y nada sobre los abusos. Como no existió violación, la institución de “in-justicia” considera que no hay que imputarles nada por ese comportamiento.
No ha sido de extrañar por tanto, que la Plataforma 7N este noviembre volviera a convocar manifestaciones, esta vez enfatizando en este tipo de violencia machista que son las agresiones sexuales. Uno, porque un año después las reivindicaciones que exigíamos en la manifestación del año anterior no se habían cumplido. Y dos, para resaltar que las manifestaciones durante 2016 contra las agresiones sexuales demandan políticas públicas de prevención y atención psicológica, social y judicial contra este tipo concreto de agresión contra las mujeres. También insistimos hasta la saciedad en que no se permita a los medios de comunicación el sensacionalismo morboso en el tratamiento informativo de estos casos.
No es agradable lo que les he contado. Lo sé. Pero no vamos a quedarnos ni inmóviles ni en silencio. Ténganlo por seguro. Ya aprendimos que el silencio no nos protege. Y comprobada la ineptitud institucional para resolver esta barbarie mundial contra nuestra integridad y nuestras vidas, seguiremos insistiendo, durante este 2017, en que nuestros gobiernos actúen y comencemos a organizarnos para la autodefensa feminista.
Ana Pérula
Red EQUO Mujeres
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