Primero, los ministros de Asuntos Exteriores de los veintiocho miembros de la OTAN se reunirán el sábado con su colega ruso, Serguéi Lavrov, y, al poco de terminar esta cita, comenzará el encuentro de los jefes de la diplomacia de los países de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
La cumbre del Consejo OTAN-Rusia (NCR), un órgano creado en 2002, es el encuentro de más alto nivel entre ambas partes desde que Georgia tratara de recuperar por la fuerza su provincia separatista de Osetia del Sur, y Rusia respondiera con una amplia invasión de suelo georgiano.
Desde entonces, aunque ambas partes han dado muestras de querer reactivar los contactos, la cooperación militar sigue congelada y las suspicacias rusas a la ampliación de la OTAN a zonas de su antigua esfera de influencia, como Ucrania y Georgia, han ganado si cabe más peso.
Por eso, el encuentro de Corfú puede servir para restablecer los vínculos militares y la colaboración en asuntos concretos, como la lucha contra el narcotráfico en Afganistán o contra la piratería en Somalia, e impulsar temas esenciales como la ampliación del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (Start).
El encuentro se produce días antes de que los presidentes de Estados Unidos y Rusia, Barack Obama y Dmitri Medvédev, respectivamente, se reúnan en Moscú y con la ausencia de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, después de que sufriera una fractura de codo.
La reunión de la OSCE, de la que Rusia es miembro pleno, llega en un momento en que ninguno de sus 56 socios niega que es preciso un nuevo diálogo sobre la política de seguridad en Europa.
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